Las enormes puertas que reciben a los feligreses y turistas en el pasaje que separa la Basílica con la Catedral fueron un regalo del escultor Octavio Vicent a su ciudad natal.

El que fuera galardonado con el Premio Nacional de Escultura labró ocho relieves en bronce poco antes de su muerte en 1999. El propósito de Vicent fue donar estas puertas -a imagen de las que se pueden encontrar en templos italianos y no tanto en España-para que fueran instaladas en el templo de la Virgen de los Desamparados.

El arzobispado vio con buenos ojos la propuesta, pero no se instalaron porque suponía un elevado coste en un momento en el que la Basílica estaba en plenas obras de restauración.

En el año 2000 los relieves en bronce fueron expuestos en el Museo de Bellas Artes. Cuatro años después, la idea fue retomada de la mano de otro escultor, Vicente Ferrero, comisario de aquella muestra en San Pío V y miembro del Consell Valencià de Cultura.

Finalmente en el año 2005 apareció la esperada financiación para poder colocarlas. Fue entonces Caja Madrid quien tras el permiso de la Conselleria de Cultura posibilitó la llegada de las puertas de Vicent a la fachada, que se bendijeron y presentaron a la ciudadanía el 8 de mayo de 2005.

El artista valenciano fue un representante de la escultura figurativa del siglo XX pero sus obras están caracterizadas por la influencia de grandes artistas italianos como Donatello o Luciano Minguzzi. Los ocho relieves que hoy se pueden ver en las puertas reflejan el culto a la Mare de Déu. Son escenas en las que aparece el pare Jofre protegiendo a un enfermo mental, la proclamación de la Mare de Déu, una escena de ajusticiados o una ofrenda de niños a la Virgen. Se colocaron en un orden distinto al diseñado por el artista para dificultar el vandalismo, La imagen de la patrona fue colocada en el lugar más alto para evitar que la corona fuera fácilmente destrozada.