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La historia se destapa en Villar

La historia se destapa en Villar

La arqueóloga Ana Sabater y su equipo reabren uno de los 20 refugios antiaéreos de la localidad

Se cerró en 1939, pero en 2020 será el año en que vuelva a entrar la luz en uno de los refugios antiaéreos de Villar del Arzobispo. En concreto, el de la calle Las Solanas, cuyo proyecto de limpieza y acondicionamiento comenzó en enero y debía estar terminado en abril. Ahora, además de algunos trámites administrativos, queda la parte de consolidación, por lo que cuando todo vuelva a la normalidad, habrá un mes de trabajo por delante, según los cálculos de la arqueóloga Ana Sabater antes de poder ser abierto al público.

Sabater cree que el refugio debió ser construido en 1937, cuando se produjo una reunión en los cines La Paz de Villar del Arzobispo donde se decidió comenzar a ejecutar estas obras. En tota, hay 20 refugios en la localidad serrana, aunque solo se conocían 13, hasta que el cronista oficial de la villa, César Salvo, descubrió 7 más. «NO se sabe por qué no estaban localizados, supongo que porque cuando termina la guerra, la gente solo quiere olvidar y empezar de nuevo», sostiene la arqueóloga.

La veintena de refugios supone una gran apuesta por parte de la localidad. Villar era un área estratégica por ser la retaguardia del frente de Teruel y por ello disponía de un hospital de campaña, una escuela de aviación, un polvorín, y un aeródromo repartidos por el término municipal. «El casco urbano nunca fue bombardeado, pero sí los exteriores», señala.

La cultura minera que existe en Villar del Arzobispo dio a los vecinos y vecinas ventaja. Siempre han tenido minas, por lo que hacer refugios era «relativamente» fácil. El de la calle Las Solanas, de hecho, no está construido, sino excavado en la tierra bajo un antiguo cementerio, aprovechando el desnivel de la calle y sin necesidad de cavar hacia abajo. Muestra del trabajo manual que se llevó a cabo con los piquetes son las marcas de los golpes en la pared.

La arqueóloga ha sido la responsable de acometer la excavación y limpieza inicial del espacio, donde se retiró todo el material que se había utilizado para sellar las dos puertas que dan acceso a la calle Solanas. En la entrada norte el acceso se produce con escalones, mientras que en la sur se solucionó con una rampa, todo excavado en la tierra. Entre las dos entradas discurre una galería con bancos para que las personas pudieran sentarse durante la espera: en total, cerca de 60. «Hay dos hornacinas que rompen la línea recta para atenuar la onda expansiva en caso de explosión», señala Sabater.

En este trabajo le acompañó el arqueólogo Juan José Ruiz, quien encontró un casco casi entero tipo Adrián, un modelo de acero francés utilizado en la I Guerra Mundial, reutilizado en la Guerra Civil y vuelto a ver en la II Guerra Mundial «La prisa era tanto que se compraban cascos de segunda mano», señala.

No solo se encontró un casco: según Sabater, también aparecieron restos de huesos humanos al retirar las tierras de la entrada, pero poco o nada tienen que ver con la guerra: «Debieron utilizar tierras del cementerio de arriba o de la necrópolis visigoda que se encontró justo enfrente de la puerta» sostiene la arqueóloga.

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