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Franco y su séquito, a su entrada a la provincia de Valencia en 1954Luis Vidal

60 años de la visita de Franco

El "octubre azul" de una Valencia gris

Las obras inauguradas por Franco el 9 d'Octubre de 1954 no han resistido o se han reinventado Su visita pasó a la historia por pisar suelo de EEUU

«Franco, Franco, Franco». Aquel 9 d'Octubre de 1954, hace ahora sesenta años, quien paseaba triunfante por Valencia no era un rei conqueridor con voluntad de forjar un nuevo reino, sino el dictador de una España en blanco y negro que llegaba con voracidad inauguradora en su cuarta visita a Valencia después de las de 1939, 1947 y 1952. Era el día de los valencianos y el jefe de Estado había sido recibido con grandes alharacas el día anterior, el 8 de octubre, para un maratón de inauguraciones, visitas, coronaciones y salidas históricas al mar. ¿Qué ha pasado con esos edificios y lugares pisados o bendecidos por Franco en aquella visita? Su devenir ha sido variopinto seis décadas después.

El Lluís Vives, cerrado. Hubo cuatro grandes inauguraciones. La primera, la del «Colegio Mayor Universitario Luis Vives». Recibieron al «caudillo» 50 centurias del Frente de Juventudes uniformados. El Col·legi Major Lluís Vives, proyectado en 1925 por Javier Goërlich y pensado como una residencia de estudiantes similar a la de Madrid, fue inaugurado aquel día con el curso recién estrenado. Había costado doce millones de pesetas y en su primer curso albergó a sesenta alumnos. Pronto, el Lluís Vives obtendría el rango de institución: por él pasaron miles de jóvenes llegados a Valencia a estudiar y en sus paredes se agitó parte de la rebeldía estudiantil y la efervescencia musical y artística de toda una época. Sin duda, ocupa un lugar en el corazón de varias generaciones ese colegio mayor que llevaba por divisa latina el Vive ut semper vivas («Vive de manera que siempre vivas»). Pero en 2012 le llegó la defunción provisional. El 31 de julio de ese año, su propietario la Universitat de València tuvo que cerrar la residencia de 166 plazas por las deficiencias estructurales del centro.

Así continúa en plena Avenida de Blasco Ibáñez, un nombre en el callejero que hubiera sulfurado a Franco. La Universitat ha presentado dos planes de rehabilitación del inmueble. El primero fue tumbado por el ayuntamiento; el segundo continúa a la espera de respuesta. De todos modos, la Universitat no tiene dinero para acometer la remodelación de este edificio racionalista protegido. Por ello, una de las hipótesis que baraja la institución, según fuentes internas, es que, una vez obtengan la aprobación del proyecto, se saque a concurso la gestión del colegio mayor para ver si hay empresas interesadas en asumir el coste de la reforma a cambio de gestionar la residencia. Todo, aseguran, para evitar que el deterioro avance sin freno.

Capataces... del siglo XXI. El recorrido de Franco continuó con la inauguración de la Escuela de Capataces Agrícolas Arroceros de Catarroja. «Al llegar a Catarroja, el vecindario en masa esperaba al Generalísimo. Grupos de muchachas vestidas de labradora valenciana, bandas de música, pancartas, centurias de las Falanges Juveniles, centurias de afiliados a la Falange y una imponente muchedumbre esperaban al Caudillo para demostrarle, ostensiblemente, su fervorosa adhesión». Así lo describía al día siguiente el Levante incautado por el régimen. «Capataces» era por entonces una escuela con tres aulas, laboratorio químico, campo de experimentación, máquinas secadoras y residencia para sesenta alumnos internos a los que se enseñaba el laboreo del arroz. «En los años de autarquía, el arroz era de lo poco que daba divisas a España», explica José de Arriba.

Él es, a día de hoy, secretario de este centro que sobrevive en el puerto de la Albufera de Catarroja. Lleva trabajando aquí desde 1978. El centro pronto empezó a diversificarse más allá del arroz para abarcar otras enseñanzas hortofrutícolas. Ha formado a capataces y técnicos especialistas de la rama agropecuaria que han montado o dirigido explotaciones en tierras valencianas y de otros puntos de España. Continúa hoy con más vigor que nunca: tiene 236 alumnos y una plantilla de 18 profesores para sus cuatro titulaciones: dos ciclos formativos de grado medio en Jardinería y Floristería y en Producción Agroecológica, y dos ciclos de grado superior en Organización y Gestión de una Empresa Agropecuaria y en Gestión Forestal y Medio Natural.

Hace algo más de un lustro que los alumnos se tomaron la memoria histórica por su cuenta y destrozaron la placa de mármol que en el patio recordaba la inauguración de Franco. Dependiente de la Diputación de Valencia, el centro nunca ha interrumpido su formación profesional agraria. Ya no tiene internado y ha visto ampliadas sus instalaciones con campos de cultivo hortofrutícolas, varios invernaderos y todo tipo de maquinaria agraria. Eso explica que cada plaza cueste a las arcas públicas entre 6.000 y 7.000 euros, aunque los alumnos sólo paguen una matrícula de 10 euros. Es un vivero de capataces del siglo XXI con más demanda que oferta, especialmente tras el pinchazo del ladrillo, que ha alentado a los jóvenes a formarse en un oficio.

Por cierto: Franco se fue «profundamente agradecido» de su visita a Capataces por las tres cañas de pesca dos de 27 palmos valencianos y otra de 22 que en aquel acto le regaló la Agrupación de Pescadores de Caña.

De hospicio a complejo educativo. Al día siguiente, el testigo inaugurador lo retomó la esposa de Franco, Carmen Polo. Era domingo y, después de ir a misa, la primera dama del régimen inauguró junto con el ministro de Gobernación una gran obra: la Casa de Misericordia. Era un albergue que daría cobijo a 900 muchachos, la mayoría huérfanos y procedentes de familias de pocos recursos. Miles de criaturas se formaron como personas en aquel centro, donde compañeros, profesores, sacerdotes, cocineras y limpiadoras eran su «familia». Qué remedio. Fueron años duros en una situación dura. Allí, además de a comer y dormir, se iba a aprender. Tal como rezaba la propaganda de la época, había «talleres-escuelas de artes y oficios, donde los acogidos en este establecimiento podrán adquirir una formación profesional que les permita convertirse en elementos útiles a la sociedad».

Las funciones de hospicio se prolongaron hasta 1981. Luego, el mastodóntico edificio se reconvirtió. Sigue perteneciendo a la Diputación de Valencia, pero el complejo de la Casa Misericordia tiene hoy múltiples usos. Allí se ubican el instituto de secundaria IES Misericòrdia, con 767 alumnos. También se levanta el Centre Específic d'Educació a Distància, donde 3.573 estudiantes mayores de 18 años intentan sacarse a distancia la ESO, el Bachillerato, ciclos formativos de Comercio, Administración e Informática o la prueba de acceso a la Universidad. El complejo también alberga la sede de la UNED en Valencia. Además, la diputación gestiona allí mismo el Centre Ocupacional La Misericòrdia, donde los terapeutas y monitores atienden a 60 personas con discapacidad psíquica en edad laboral. También se desarrolla entre los muros de este coloso barroco el Centre de Formació Professional Adaptada La Misericòrdia, donde estudian jóvenes de 16 a 21 años que no han obtenido el graduado en ESO y están desescolarizados o en riesgo de abandono de la enseñanza reglada. Se prepara a los chavales para el examen de acceso a los ciclos formativos. Igualmente estudian Programas de Cualificación Profesional Inicial como iniciación laboral en ramas como peluquería, metal, carpintería, pastelería o cocina.

En el fondo, en la mayoría de centros instalados en la Misericòrdia, se ofrece una segunda oportunidad o una ayuda a sus usuarios. Como el edificio de 35 millones de pesetas inaugurado por Carmen Polo, que se llevó ramos de flores de los niños del albergue.

El colegio abandonado. La ruta de la esposa de Franco continuó hacia Aldaia. Allí, además de un tramo de carretera, inauguró un Grupo Escolar financiado por el patricio local José María Sanchiz Taberner. El devenir de la escuela tiene su miga. Después de años de ser un referente en la educación básica de Aldaia, hace un par de décadas que empezó a presentar deficiencias estructurales. Pasaron años de quejas en los que cayó hasta un techo y se agrandaron las grietas. Al fin, la lucha incansable del colectivo de padres de alumnos desembocó en la construcción de un nuevo centro educativo en otro punto cercano del municipio. La vieja escuela del franquismo cerró en el verano de 2011.

El nuevo colegio Mariano Benlliure se inauguró en septiembre de 2011. Hoy, aquel centro al que acudieron tirios y troyanos a rendir pleitesía obligada al régimen el 9 d'Octubre de 1954 continúa cerrado y sin uso. Como un castillo de fantasmas. El actual gobierno local, del PP, incluyó en su programa la intención de derribarlo y construir en su lugar un centro multiusos. Pero no hay dinero. Y la propuesta no ha traspasado el papel. Su futuro sigue en el aire.

El «Coral Sea», desguazado. Además de las inauguraciones, los Franco pasaron por distintos lugares significativos. Visitaron el seminario de Moncada, que aquel curso sumó 76 nuevos alumnos para un total de 630. Contrasta con el curso actual, cuando han entrado 25 nuevos seminaristas y la cifra global es de 103 entre el seminario mayor y el menor. Seis veces menos.

El jefe de Estado y señora también almorzaron entre los naranjos del Campo Aníbal de Sagunt, hoy un restaurante de postín para bodas, bautizos, comuniones y otras celebraciones entre jardines de ensueño y una masía centenaria en estos terrenos donde acamparon las huestes del general Aníbal en la conquista de Sagunt.

Asimismo, pasaron por el Museo Nacional de Cerámica González Martí, instalado en el palacio del Marqués de Dos Aguas. Por entonces era un museo en pañales en el que se volcó el régimen: apenas llevaba cuatro meses de funcionamiento. Hoy es una sala consolidada próxima a su sexagésimo aniversario; un punto de referencia para los turistas.

Pero falta reseñar el asunto central de la visita de Franco: la subida del dictador al portaviones estadounidense Coral Sea para presenciar unas maniobras aeronavales. Situado a unas millas frente al puerto de Valencia, cuando el pie del dictador pisó el buque de guerra americano aquel 9 d'Octubre era la primera vez que un jede de Estado español pisaba territorio sometido a la jurisdicción norteamericana. «¡Llega España!», emitieron los altavoces del buque. Esa imagen de la salida de la autarquía y del reconocimiento de España en la escena internacional tuvo lugar frente a la costa valenciana.

Aquel mítico buque, sesenta años después, ya no existe. El Coral Sea fue botado el 2 de abril de 1946 y fue una pieza clave en la VI Flota americana que vigilaba el Mediterráneo. Sin embargo, el 26 de abril de 1990, el viejo Coral Sea fue dado de baja y la Armada americana lo vendió para su desguace el 7 de mayo de 1993. Ese trozo de historia estará hoy refundido en quién sabe qué otro objeto. En cierto sentido, como la visita del dictador de hace ahora sesenta años.

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