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Los montes valencianos acumulan cuatro grandes incendios en 20 años

Medio ambiente

Los montes valencianos acumulan cuatro grandes incendios en 20 años

El CEAM detecta que a partir del primer fuego hay una reducción drástica de la resiliencia y la reiteración de episodios provoca pérdida de materia orgánica - En Gàtova y Beneixama, con incendios en 2017 y 2019, la regeneración es muy baja

Los montes valencianos registran una frecuencia de incendios muy elevada, de hasta cuatro episodios en un período comprendido entre veinte y veinticinco años. Un estudio del Centro de Estudios Ambientales del Mediterráneo (CEAM) indica que a partir de tres y cuatro fuegos hay grandes descensos en producción de alimentos como el forraje y la miel, y reducciones drásticas en la resiliencia ya a partir del primer incendio. Los investigadores evalúan la severidad en ecosistemas forestales propensos a las llamas, especialmente en la pérdida de materia orgánica, por combustión, en el suelo y en la vegetación, tal como recuerda José Antonio Alloza, del equipo de investigación forestal.

El CEAM analiza, por ejemplo, los pinares afectados en el gran incendio de 2017 en Gátova. La mayor parte de la zona ya se había quemado con anterioridad, en 1994 en la parte occidental y en 1993 y 2009 en el extremo oriental. La alta severidad dejó poca materia orgánica en el suelo y la regeneración de vegetación dos años después ha sido baja, algo que da la medida de cómo evolucionará el pinar a medio y largo plazo. Además del catastrófico efecto sobre especies vegetales, se da una afectación muy negativa en las propiedades bioquímicas y microbiológicas de la cubierta a mediano plazo. El estudio postincendio indicaba que, según la cartografía Patfor, el 96 % de las hectáreas arrasadas presentaba un riesgo de erosión alto o muy alto.

Arrastre de cenizas y nutrientes

Caso muy parecido ha sucedido en Beneixama, donde se registró el último gran incendio en la Comunitat Valenciana en julio de 2019. Quedaron arrasadas unas novecientas hectáreas pero la severidad del fuego ya dejó claro que la recuperación sería lenta y costosa, como se ha podido constatar un año después. Las fuertes lluvias de septiembre de 2019 arrastraron las cenizas y los nutrientes privando a la sierra de la capacidad regeneradora del ecosistema. De ahí a la desertización del suelo suele mediar poco tiempo, como advierten los expertos en sistemas forestales.

Desde el CEAM solo un mes después del paso devastador de las llamas se recomendaban como actuaciones urgentes a corto plazo la reconstrucción puntual de muretes de piedra con apeo y troceado de troncos en los márgenes para disponerlos longitudinalmente para que actuaran como freno a las escorrentias. También pautaban la realización localizada de fajinas para la contención de la erosión.

Troceado de árboles

Para minimizar el riesgo erosivo desde el Centro de Estudios Ambientales del Mediterráneo se apuntaba a la necesidad de trocear el pinar de mayor porte para evitar la erosión por caída y descalce. La gestión de la madera quemada constituye una de las primeras actuaciones a considerar.

En cuanto al riesgo hidrológico se apuntaba a la necesidad de realización de labores de hidrotecnia para controlar posibles avenidas de agua en los puntos de mayor concentración de escorrentia. Además, se señalaba la importancia del control del pastoreo, favoreciendo su instalación en las áreas de cortafuegos sin afectar a los puntos regenerados.

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