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Vareando los olivos en la Pirotecnia Valenciana. | LEVANTE-EMV

A falta de carcasas, aceite y aceitunas

Trabajadores de pirotecnias se dedican a la recolecta ante la falta de espectáculos

«Ahora estaríamos o acabando vacaciones o rematando la temporada. Después del descanso, hasta Navidad, ya empezaríamos a preparar Fallas a saco». Sin embargo, qué es lo que están haciendo: varear olivos. Aurora Crespo, una de las propietarias de la Pirotecnia Valenciana, explica que «a falta de otra cosa, nos hemos tenido que dedicar solo a recoger la aceituna».

Las pirotecnias suelen tener árboles en las instalaciones. Dan un rendimiento y hasta, en caso de algún malhadado accidente, absorben onda expansiva.

«Llegaba el momento de la cosecha. Tenemos un centenar de olivos. Sacamos unos tres mil kilos de aceituna. Luego la llevamos a Tobarra, el pueblo de nuestra madre, y allí está la almazara. Pero ni siquiera alivia la economía», lamenta. «Sacamos unos doscientos litros, pero es para uso propio y amistades. Regalos a clientes, no podemos comercializarlo porque necesitaríamos tener dada de alta la actividad», añade.

Garrafas que pasarán de mano en mano. Mientras, la instalación no para de tener gastos. «El hecho de no tener prácticamente nada de actividad no nos libera ni de los seguros, ni los gastos fijos, porque el almacenamiento continúa. Y los vehículos, lo mismo».

Un drama, el de la pirotecnia, que asola a las grandes y a las pequeñas. A la espera de que, con la llegada de la Navidad, las instituciones se dedican a quemar el mal año con carcasas. O la adquisición minorista de particulares. Es una actividad que no está prohibida y sus límites son la reunión y el horario.

A la Pirotecnia Valenciana, una de las más importantes del sector, se le quedaron en talleres todos los disparos de Fallas. Incluyendo el oficial (mascletà nocturna del 13 y mascletà del 14). Dispararon en un par de poblaciones de la ciudad con motivo del 9 d’Octubre, pero nada para lo que es el todo.

«Nuestra facturación no habrá pasado del cinco por ciento» y eso, a pesar de que fueron ellos, en su Llanera natal, los primeros en disparar una «mascletà». «Es mucho más riesgo un mercado al aire libre. En siete u ocho minutos, a la intemperie, el riesgo es limitado. Es llegar, ver e irse».

Para acabar la tragedia, «la gente estaba empezando a atreverse a contratar desde finales del verano. También habíamos hecho disparos desde diferentes puntos en una misma población, como en Mislata», ahora se vuelve a la inactividad. «Pintar, cambiar estanterías, recontar, hacer inventario y mientras también tenemos que pagar por mantener la tienda. Y mientras, ni la Generalitat se ha reunido con nosotros. La profesión está a punto de desaparecer». No queda ahora más que unos olivos. «Bueno, y también tenemos naranjas y mandarinas».

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