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La pandemia dispara las clases en casa para el alumnado crónico

La mayoría de atenciones educativas en el domicilio que ha tramitado la conselleria este curso se solicitan por primera vez y corresponden a escolares con alguna enfermedad que les convierte en grupo de riesgo ante la covid-19

Un escolar hace ejercicios de caligrafía en casa. | FERNANDO BUSTAMANTE

El contexto de la pandemia ha disparado las atenciones educativas domiciliarias que habitualmente se ofrecen al alumnado que, por prescripción médica, está hospitalizado o convaleciente en casa y no puede asistir al colegio o instituto durante más de dos meses. En el curso actual, a esta situación se suma un nuevo factor: el de escolares con una enfermedad crónica grave que forma parte de los considerados grupos de riesgo ante la covid-19 y a los que, de forma preventiva y por su salud, se desaconseja ir a clase.

A raíz de esto, la Conselleria de Educación ha constatado un aumento en las peticiones de atenciones domiciliarias durante este 2020-21, que cubren desde Infantil hasta Bachillerato. En concreto, a finales de octubre se habían presentado 239 solicitudes: 89 se mantienen respecto al curso pasado, mientras que 150 son altas nuevas; y cada semana hay nuevas plazas que se adjudican.

De estas últimas 150, la conselleria detalla a Levante-EMV que el 90 % corresponden a alumnado que forma parte de algún grupo de riesgo, principalmente con patologías respiratorias, cardiopatías, enfermedades neurológicas graves, renales, onco-hematológicas o inmunodeficiencias... entre otras que especifica el Ministerio de Sanidad.

La educación en el domicilio consiste en que una plaza del centro en el que el menor está escolarizado se adjudica —en este modalidad— a un docente exclusivo que se desplaza al hogar durante siete horas semanales en Infantil y Primaria, 10 en ESO y seis en Bachillerato; y que, en caso de ingreso, van de la mano se coordinan con las unidades pedagógicas hospitalarias (UPH).

Una figura necesaria

Entre los escolares que este curso aprenden en casa se encuentra un alumno del CEIP Cervantes de Port de Sagunt. Como explica su familia, en verano fue diagnosticado con leucemia (la menos agresiva), por lo que no va a clase y, cuando se recupere, posiblemente permanezca un tiempo en casa como precaución frente a la covid-19.

Nati Abad, jefa de estudios del Cervantes y tutora del grupo del menor, detalla que hace de «engranaje» para que la atención funcione. «Pongo las notas, me coordino con el maestro que va a casa y también con los especialistas», todo para «lograr que no pierda la formación que le corresponde a su edad». Asimismo, algunas semanas también han trabajado conjuntamente con el Hospital La Fe, que atiende al escolar.

«La figura del maestro de atención domiciliaria hace mucho bien, tanto para los niños como los tutores; si lo hiciéramos desde el centro no tendría tanta calidad», defiende la jefa de estudios. Según explica, el objetivo es que, en las siete horas semanales —el docente tiene otra media de coordinación y va al centro— se den «los mínimos de todas las asignaturas (sobre todo de lenguas y Matemáticas, pero también de las especialidades)». «Ningún niño se puede quedar sin escolarizar, aunque sea una situación atípica como esta», defiende la docente.

«Sus compañeros lo echan de menos y este iba a ser mi cuarto curso juntos, pero las familias tienen mucha empatía y los menores mantienen el contacto por teléfono o videollamadas. Es nuevo y duro para nosotros, pero le estamos echando muchísimas ganas... y sale», resume Abad.

Aarón Castro es la otra parte fundamental en esta historia, el docente de la atención domiciliaria, interino y que se toma su primera adjudicación como «un reto». «Al principio vas con pies de plomo porque es mucha responsabilidad y más en la situación actual; además, tienes que establecer una relación maestro-alumno, pero también hacer de ‘amigo’, porque en este caso no puede salir de casa y soy su vínculo con el exterior y el único que entra de fuera», explica.

«Es una experiencia muy bonita, que marca; todo el profesorado tendría que pasar por aquí. Ya hice las prácticas en un colegio con alumnado de Educación Especial y te enseñan más de lo que tú les enseñas a ellos», asegura. «Es una experiencia de vida», resume Castro, que cuatro veces a la semana entra a casa de la familia descalzándose, con doble mascarilla y pantalla protectora, y da clase con las ventanas abiertas y un purificador de aire.

Así lo constata Emma Cócera, la madre del escolar, que ve con alivio la atención domiciliaria, aunque desearía que fuera de más horas —pues su hijo se encuentra con fuerzas para estudiar— y también pide que los trámites burocráticos sean más ágiles, pues tuvieron que esperar unas semanas antes de recibir al docente.

Aparte de esto, valora que en el colegio «se han volcado muchísimo, se nota que ejercen la profesión con vocación e intentamos que pierda lo menos posible». «Los compañeros preguntan por él, leen sus trabajos en clase, del centro nos llaman... Eso le alegra mucho, es muy importante seguir en contacto para cuando pueda volver ; estamos muy contentos», asevera.

Según apunta Educación, el curso pasado se dedicaron a atención domiciliaria más de 470 docentes, y este año la previsión es «aumentar este número ante la mayor necesidad por la covid-19». De hecho, aseguran que «se autorizan todas las solicitudes que vienen justificadas por un informe médico»

Desde Campanar tratan las atenciones en el domicilio como «una muestra más de la aspiración continuada por optimizar la educación para todos, facilitando la socialización, la afectividad y el bienestar de los niños, no solo desde el punto de vista educativo, sino también desde el equilibrio emocional, la maduración social y la salud, porque mantener la actividad habitual favorece una curación más rápida y mejor adaptada a sus necesidades».

Además de la tutorización, detallan que se da un «acompañamiento personalizado del alumno o alumna», en coordinación con el centro donde está escolarizado «para facilitar su reincorporación si su salud mejora».

Protocolo, mascarilla y distancia para aprender con seguridad

La Conselleria de Educación remitió a los centros educativos el viernes un protocolo actualizado en relación a las atenciones educativas domiciliarias, si bien ya existía uno anterior elaborado por el Invassat. En el nuevo texto, se insiste en las premisas básicas y ya conocidas para frenar la covid: la protección facial, limpieza de manos y superficies, y la distancia entre docentes y alumnado.

En concreto, para la educación en casa, las instrucciones detallan que se debe utilizar mascarilla quirúrgica o higiénica (también los familiares que se encuentren en el hogar en ese momento); «se deben reforzar las rutinas de limpieza y de desinfección de manos y del área de trabajo del personal docente y del alumnado», así como «evitar tocarse los ojos, la nariz o la boca durante el desarrollo de las clases.

Asimismo, también consta que, «tanto como sea posible, se deberá mantener la distancia mínima de seguridad de 1,5 metros». De hecho, se recomienda a los docentes que opten por medios de transporte que cumplan esta característica y se pide a los centros que velen y coordinen esta modalidad de enseñanza.

Las familias que soliciten una atención domiciliaria no deben tener un justificante médico específico, sino que presentarán certificados médicos e informes previos en los que conste la patología crónica.

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