Poner todos los huevos en la misma cesta nunca desacredita al huevo, sino a quien los ha puesto. Esto me pasa con el AVE a Madrid. No me parece en absoluto una mala idea: al contrario, creo que su construcción ha sido necesaria y que en estos diez años ha ofrecido una prestación de calidad para las comunicaciones entre Madrid y València. Además, su puesta en servicio ha permitido ofrecer a la actividad económica un añadido notable: dejar expedita de circulaciones de pasajeros de larga distancia la vía anterior. De esta manera, los bienes han podido circular con más facilidad entre el puerto de València y Madrid en ferrocarril creando uno de los corredores de mercancías más importantes de España.

Pero el problema viene cuando el vistazo se hace general, amplio y en perspectiva. El AVE València-Madrid es uno de los hilos (el huevo) que conforman un sistema radial (la cesta) que no ha sido positivo ni para la cohesión del país ni para la reducción de sus diferencias internas. Al contrario, ha reforzado la persistente idea de Madrid de ser y querer ser «origen y centro de la red nacional de transportes» (no son mis palabras, son las expresiones textuales recogidas de la página web de la Comunidad de Madrid). Por ello, visto en conjunto, nuestro AVE se debe sumar a una larga lista que tiene a Madrid como punto de partida o kilómetro cero: Guadalajara, Zaragoza, Lleida, Huesca, Tarragona, Girona, Barcelona, Castelló, Cuenca, Albacete, Alicante, Toledo, Granada, Málaga, Córdoba, Sevilla, Segovia, Valladolid, Palencia, León... Y otras capitales de provincia se van a sumar próximamente a esta lista. A este hecho hay que sumar una política de autovías que ha permitido que Madrid se encuentre como máximo a 6 horas por carretera de cualquier punto de España. También esto debe ser contemplado.

La política de establecer nexos de transportes rápidos entre ciudades me parece una excelente idea, siempre que se lleve a la práctica con criterio de red. El excepcionalismo de itinerarios con origen en el kilómetro cero de la Puerta del Sol sin comunicaciones transversales no es natural. Cierto que el AVE a Madrid venía a colmar una reivindicación histórica que buscaba la unión directa con el centro peninsular, especialmente de nuestro puerto, pero no lo es menos que otras reivindicaciones igualmente sólidas todavía no se han cumplido. De hecho, no es normal que València no tenga hoy conexión de altas prestaciones con Alicante y Zaragoza. Y si el corredor mediterráneo debe finalizarse es, entre otras razones, porque la comunicación con Barcelona tiene que resolverse ya. Y no sólo porque haya un flujo comercial más intenso con Catalunya que con el centro peninsular, sino porque se trata de la relación entre la segunda y tercera ciudad de España. Cuestión de Estado, por tanto. 

Bienvenido sea aquel AVE València-Madrid si se contempla hoy como un paso inicial dentro de la conformación de una red transversal como operación de reequilibrio territorial en España. Solventada nuestra relación con Madrid, hay que mirar ya a Barcelona, Lyon, París, Milán, Amberes, Rotterdam, Berlín, Roma… El mapa mental de nuestras obras públicas debe aprender de aquella primera fase que tejió hilos radiales para complementarlos con itinerarios de otro tipo.

Por ello, en este aniversario, es el momento de recordar la ley que Robert Metcalfe formuló en 1976 cuando señaló que el poder de una red se incrementa exponencialmente a medida que se incrementa su número de nodos. Dos nodos siempre son mejor que uno y cuatro todavía mejor que dos. Una red, por definición, jamás tiene un kilómetro cero.

Los diez años del AVE a Madrid han coincidido con dos decisiones remarcables: la liberalización del trayecto, dando más posibilidades a la competencia y esperemos que al aumento de pasajeros en detrimento del coche privado (factor de sostenibilidad) y la decisión del Parlamento Europeo de considerar el tramo La Encina-Alcázar de San Juan como parte susceptible de recibir fondos europeos del programa CEF 2021-2027 a través de su participación en el corredor mediterráneo (factor de competitividad).

Poco se habla de este hecho. Tal vez sea el momento de plantear la posibilidad de que el corredor de mercancías València-Madrid también sea de ancho internacional. El futuro es la triangulación y la red, y no el segmento lineal, por mucha acumulación de poder económico o político que tenga uno de los nodos del que nace la red de infraestructuras.