Con sintomatología similar a la del estrés postraumático que se observaba en los veteranos de guerra. El psicólogo clínico Miguel Perelló desgrana así una serie de secuelas psicológicas como reexperimentar las malas experiencias, el sobresalto continuo, irritabilidad, la tensión en el sistema nervioso o los problemas de sueño que está viendo en su consulta cuando atiende a personal sanitario.

«Es comparable a un conflicto o una situación donde tu vida o la de otra persona ha corrido peligro», añade. Sitúa la tercera ola como el último desencadenante, una «vuelta a la casilla de salida, como caer en la muerte en la oca»: «Hay un momento en que no se puede soportar, en que la resistencia del sistema nervioso se rompe».

En ese momento el estrés y la ansiedad pueden llegar a tener consecuencias físicas como dolores musculares por la tensión continua, agotamiento, dificultad para dormir e incluso somatizaciones cutáneas con sarpullidos y alergias ya que durante estos momentos de tensión se produce una bajada del sistema inmunitario.

Sin embargo, avisa que esto es la primera fase y que «si la situación se prolonga, llegarán las depresiones». «La depresión llega como reflejo posterior, cuando pasa el tiempo», añade Perelló. Asimismo, expresa que la recuperación de la salud mental necesita tiempo, «entre cinco y seis meses si no es grave y más de un año si lo es». «Esa acumulación acaba pasando factura», sentencia.