El último semestre de 2020 acabó con la primera sensación de ahogo y desorientación que trajo la aparición del coronavirus. Aunque el confinamiento domiciliario había llegado a su fin y la población comenzaba a reconciliarse con las calles, los paseos y los saludos a distancia.

Lo que también disminuyó a partir del mes de junio (a parte de las restricciones) fueron los Expedientes de Regulación Temporal de Empleo (ERTE) que afectaban a los jóvenes. Los datos del Observatorio de Emancipación del Consejo de Juventud de España (CJE), detallan que, así como en los primeros meses del año uno de cada cuatro jóvenes (alrededor del 27 %) se habían visto inmersos un ERTE, el segundo semestre había reducido esa cifra a la mitad, y el porcentaje de trabajadores jóvenes en este parón temporal disminuyó aproximadamente un 12 %.

Una buena noticia que, no obstante, no se enmarca dentro de la realidad general de las personas jóvenes en la Comunitat Valenciana, que registra una tasa de empleo de cerca del 37 % entre los 16 a 29 años y algo más del 70 % entre los 30 y 34 años. El paro juvenil roza el 23 % en el grupo más joven y el 17 % en los más mayores. Además, la valenciana es la autonomía con una tasa de temporalidad más alta.

Más de la mitad de la juventud trabajadora lo hace bajo un régimen de contrato temporal (51,3 %). Una inestabilidad laboral que nunca se acaba de decantar hacia una situación más duradera y que, en cerca de un 30 % de los casos de los jóvenes de 16 a 29 años, también implica un empleo a tiempo parcial (la mayoría de las veces por no poder elegir una jornada completa).

La precariedad es «la norma»

Un trabajo precario ya no es la «excepción», sino la «norma», tal como se extrae de lo datos del CJE. Además, implica que el acceso a la vivienda sea, si cabe, más difícil todavía. Los representantes de los jóvenes califican la situación de emergencia habitacional. Solo el 17,2 % se ha podido emancipar, un dato que es el más bajo de la serie histórica que data de 2006, cuando uno de cada cuatro había podido irse de casa. Una cifra que, con todo, está por encima de la media española, que se resume en 15,8 %.