Albeida, su marido Richard y sus hijos Rafael (18) y Albany (12) viven en Paterna. Viven los cuatro en un piso de Paterna, pero hace apenas un par de años sobrevivían como podían en los bajos de una iglesia. «Aquello fue muy duro», recuerda Albeida. Ella tiene la doble nacionalidad española y venezolana, al igual que sus hijos.
Su marido no, así que desde que llegaron los cuatro a España desde Venezuela hasta que él pudo conseguir permiso de trabajo pasaron casi dos años. Ahora que los dos han encontrado trabajos por los que ingresan, entre ambos, unos 1.600 euros, pueden decir que están un peldaño por encima del riesgo de pobreza y exclusión social. Ha costado. «Pero ni así alcanza», asegura Albeida. En su mayoría, viven de lo que diversas entidades les donan. «Conseguimos pescado que dona un supermercado y así comemos proteína, la gente acá suele donar ropa buena y mis dos hijos son nobles y son conscientes de la situación. También nos dan pollo y jamón», dice.
Aún pagan un coche usado que les costó 2.000 euros para ir a trabajar a Almussafes. Hasta anteayer debían tres meses de alquiler. Ahora deben dos. Albeida dice que hoy se siente «feliz» porque valora «las pequeñas cosas». «Cuando tocas fondo, valoras estar en un país donde cuando sales está bonito alrededor», afirma.
La sombra planea sobre la familia en forma de deudas. Les dieron una tarjeta de crédito al poco de llegar. «Fue un error. Nos comieron con intereses y debemos 10.000 euros». Sus hijos no lo sabían, pero un día Rafael pidió estudiar Animación 3D —su bachillerato de artes no le valía para entrar en universidad pública—. «Tuve que sentarme y decirle que no podíamos pagarlo». Rafael ya busca trabajo para poder pagarse esa carrera mientras estudia una FP de diseño por la tarde noche.