Castilla y León queda lejos de la C. Valenciana. No solo geográficamente. Las diferencias políticas son también notables: gobierna la derecha (desde hace más de 35 años), su estructura de partidos coincide con la del mapa español, no ha contado hasta ahora con formaciones territoriales potentes y uno de los partidos con un futuro hoy en tela de juicio (Ciudadanos) allí está en el poder. Con un panorama tan diferente, la primera consigna es «cautela» a la hora de trazar líneas de conexión entre lo que suceda en una semana en las nueve provincias castellanas y leonesas y lo que pueda ocurrir en la Comunitat Valenciana en 2023 (fecha prevista de las próximas elecciones autonómicas). Es lo que recomiendan todos los analistas antes de empezar a desmenuzar la campaña electoral castellana.

Héctor Illueca (izquierda), de campaña ayer en Burgos con cargos de Unidas Podemos. | NOMBRE FEQWIEOTÓ

Existen tres elementos fundamentales en este proceso electoral, que se da por hecho que abre un ciclo en España que, en función del resultado, podría continuar pronto en Andalucía. Quizá el que atrae más atención es el alcance de la penetración regional de la ultraderecha. Vox ha llegado sin candidato casi a las puertas de la campaña, pero eso no castiga en las encuestas a una formación que abomina de las autonomías y que se lo juega todo con los líderes estatales. Y este marco de acción y pensamiento es el mismo en Castilla y León y en la C. Valenciana.

Otro elemento clave es la capacidad de resistencia de Ciudadanos, una formación que numerosos analistas dan por amortizada, pero que en el caso castellanoleonés presenta la peculiaridad de que ha sido parte del Gobierno liderado por Alfonso Fernández Mañueco (PP), lo que podría tener algún efecto a la hora de ser valorada su gestión en las urnas.

La medición del alcance de estos dos factores está condicionada por el resultado que obtenga el tercer actor del centroderecha: el PP. Es el que ha avanzado las elecciones y se juega mucho. Tanto Fernández Mañueco como el líder nacional, Pablo Casado.

Y el tercer elemento importante a simple vista es qué sucederá, en un proceso de tendencia a la fragmentación del voto, con el nuevo invitado: los partidos provinciales que, tras la estela de Teruel Existe, hacen valer la marca de la España vaciada para poner el foco en las zonas rurales despobladas. La convocatoria electoral los atropelló casi, pero su resultado puede alentar o abortar experiencias paralelas en la C. Valenciana, con comarcas también afectadas por la despoblación.

Todos los analistas consultados subrayan una ecuación: la potencia de la ultraderecha dependerá de la fortaleza o debilidad del PP. Se vio en Madrid y Galicia a favor de los candidatos populares. Y le sucederá a Mañueco y a Carlos Mazón en la C. Valenciana. Habrá que ver cómo llega a los futuros comicios. «Cuando al PP le va muy bien, a Vox, no», resume la profesora de Ciencias Políticas de la Universidad CEU Cardenal Herrera Blanca Nicasio Varea.

Una característica del momento actual de la política española es la relevancia de lo que la politóloga Aída Vizcaíno llama «dinámicas multinivel», la influencia del marco estatal en el autonómico y municipal, y viceversa. El ejemplo claro es cómo la victoria arrolladora de Isabel Díaz Ayuso en Madrid supuso un desgaste evidente para el Gobierno de España de PSOE y Unidas Podemos.

Pero Madrid no es Castilla y León ni la C. Valenciana. La investigadora Anna Isabel López, especialista en extrema derecha, lleva años buscando patrones de comportamiento electoral de este grupo. Así, señala que Ayuso era la candidata mejor valorada para los votantes de Vox en la encuesta preelectoral del CIS y lo mismo Alberto Núñez Feijóo en Galicia. Sin embargo, en Castilla y León solo el 28 % de los simpatizantes de la derecha radical quiere a Mañueco de presidente y no valora su gestión.

¿Qué puede pasar después en la Comunitat Valenciana? Es difícil de predecir, pero López considera que estas elecciones «son clave y pueden establecer jurisprudencia electoral para el resto de comunidades», ya que «si el PP necesitara a Vox para gobernar y cediera a sus exigencias programáticas, acabaría desgastando al propio PP». También al valenciano, en especial si esa influencia ultra afecta a temas esenciales de la agenda como la violencia machista o la financiación autonómica.

Ese escenario aparece conectado a un factor que puede ser decisivo en 2023: la movilización de la izquierda ante la presencia de la ultraderecha en los gobiernos. Así que Mazón puede estar jugándose bastante en Castilla y León. «Es vital para el PP conseguir una mayoría holgada en estas elecciones», sentencia la investigadora de la Universitat.

En todo caso, más allá de predicciones y repercusiones, lo que se aprecia ya en esta campaña del 13 de febrero, y no es nuevo, es «la españolización de las elecciones». «Es el punto de verdad de atención», destaca el profesor de Constitucional de la Universidad de Alicante Manuel Alcaraz, «una subversión de los procesos autonómicos». Se vio en las últimas valencianas, si bien en aquel caso se simultaneaban con las generales. Al exconseller, el olfato de veterano político le dice que, si tras la pandemia y ahora Ucrania, el PSOE consigue un mínimo despegue ahora, el PP lo pasará mal en el futuro inmediato.

Sobre Cs, Blanca Nicasio tiene claro que la dinámica de retroceso «le va a perjudicar» en la C. Valenciana (y en los comicios que vengan). Por ello, subraya la «falta de reflejos» por no designar todavía a un cartel electoral en el caso valenciano. Vizcaíno alerta de la escasa diferencia de escaños entre bloques valencianos y del papel que puede jugar Alicante en un panorama tan apretado. Y, pase lo que pase el 13F, Alcaraz previene a la izquierda de que «la política antigua, la de 2015, ya es pasado».