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Monasterio de Sant Miquel de Llíria.b. bueno

De la festa, la vespra

El arzobispado, impasible ante el hundimiento de Sant Miquel en Llíria

a mediodía, con un sol de justicia he subido a pie, por su empinadísima cuesta, desde Llíria hasta el monasterio más popular de los valencianos, el de sant Miquel, asentado sobre el templo ibérico de la antiquísima Edeta, primer poso de la cultura valenciana. Quería recordar cuando mi madre me llevaba en las fiestas cercanas al tossal del arcángel al estratégico lugar donde íberos, romanos, visigodos, árabes y cristianos controlaban toda la llanura que se extendía hasta el mar.

Llego sin avisar y por celoso guardián del enclave me encuentro al maestro, cronista, historiador e ilustrado Amadeo Civera, que es honorífico y voluntarioso guardián y custode del sagrado lugar, un frekee de todo lo lliriano. Me abre las puertas del pequeño, pero hermoso templo con pinturas de Camarón, iglesia del cenobio cuyos orígenes se remontan a Jaime II el Justo en 1326, que ejecutó la idea acariciada por Jaime I, su abuelo, de crear allí un beaterio para damas solteras o viudas. Complementado en 1406 por Martín el Humano. Una institución que por ser de origen civil no pudo con ella la Desamortización que tanto estrago hizo en Llíria a frailes y monjas.

Al final el santuario se quedó sin religiosas, como le ha ocurrido a numerosos conventos por falta de candidatas, y desde los años 70 del pasado siglo vive en una situación de abandono lo que era la parte conventual, comunidad, casa de retiro y noviciado, cuyos edificios están con los tejados reventados. La titularidad hoy del lugar es del Arzobispado a quien compete la responsabilidad de las obras. Quiso colocar allí a una comunidad de monjas importadas de México -América Latina misionándonos a nosotros, el mundo al revés- y cuando vieron el desastre y que ellas tenían que hacer frente a la restauración salieron corriendo.

De seguro que si en el Arzobispado hubiese alguien que supiera algo del valor histórico, monumental, religioso, devocional, pastoral, paisajístico del lugar hace años que se hubieran puesto manos a la obra y hubiesen rehabilitado el complejo, en el que sólo se mantiene y cuida con gran dignidad su pequeña iglesia construida del XVIII y en la que se venera al arcángel san Miguel de gran predicamento, al que se le tiene gran fe y devoción, y a quien se le atribuye cientos de milagros. Hace tiempo que el monasterio entró en ruina, se hizo un proyecto de restauración, pero el arzobispado no estudia con profundidad el asunto y las posibles vías de solución.

Sant Miquel de Llíria es algo muy entrañable en el pueblo, en la comarca, en la provincia, en la Comunidad Valenciana, pero excepto cuatro románticos de lo propio y patrio nadie hace nada. No se organizan, ni se lo toman en serio, los del poder civil y eclesiástico. Algo que extraña ocurra en Llíria tan cargada de historia y se siga impasible ante algo que les es tan genuino, propio e identitario. Al Monasterio de sant Miquel lo están dejando morir, arruinarse, hundirse. Algo que no se entiende en absoluto en esta Edeta donde nació la primera lengua y cultura de los valencianos, la ibérica, y donde brilló con fuerza la cultura romana y lengua de los romanos, que establecieron aquí las termas más grandes de Hispania de aguas medicinales con santuario oracular incluido.

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