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Biblioteca de familias

enero de 1916 ¿qué nos traerá el año nuevo?

Suele ser ésta la pregunta retórica que solemos realizar al comenzar un nuevo año, tanto hoy como hace un siglo. Enero es siempre tiempo de esperanza. Al contrario que en la actualidad, en 1916, sí que hubo cambio de gobierno. Los conservadores de Dato dejaron paso a los liberales de Romanones. Como ahora, se repitió el discurso de la regeneración, la lucha contra el caciquismo —ahora llamada corrupción— y se incidió en aquello de superar la vieja política y el bipartidismo. También hubo fuerzas emergentes —hoy Podemos y Ciudadanos— hace una centuria: nacionalistas vascos y catalanes, republicanos y socialistas. Y como ayer, el bipartidismo salió erosionado pero triunfante, y aterrado ante el incremento de los antisistema, por entonces anarquistas, que crecían como la espuma ante la miseria de las clases trabajadoras.

Ramón de Castro Artacho llegó de Madrid eufórico para repartir alcaldías del distrito por Valencia entre sus correligionarios. Año nuevo, política nueva era la frase más repetida del gran barón liberal de la provincia. En la gran mayoría de los consistorios dominarían los liberales con una mayoría aplastante, para así asegurar la buena gobernabilidad, con la excepción de Xàtiva, donde republicanos, conservadores, y agrarios harían sombra a Mariano Baldoví Mata, el nuevo alcalde, al que toda la oposición dio la bienvendida en espera de poder derrocarlo. Pero con el año entrante todo eran buenas palabras, y las clases dirigentes se mostraban satisfechas porque el turno pacífico había vuelto a funcionar pese a la enorme presión de los partidos emergentes, que buscarían pactos para alcanzar el poder que se les negaba desde 1875: cosa que empezó a cambiar con el conservador Antonio Maura, que permitió mayor presencia de partidos. España era una país de caciques, que únicamente se acercaban a la política para llenarse los bolsillos. Por tanto, cuantos más participasen del poder, mejor.

Las primeras palabras de agradecimiento del discurso de investidura de Mariano fueron para el rey, por ponerle al frente de la alcaldía de Xàtiva. Nacido en la plaza Roca y criado en el seno de una rancia familia de escribanos reales, trabajaría por amor a Xàtiva apelando al espíritu de la madre que nunca conoció. Presumía de no tener programa porque en los ayuntamientos sólo se administraba. La política era para el Parlamento, decía, y gobernaría de acuerdo con la ley municipal vigente. Así, las primeras actuaciones fueron encaminadas a limpiar la administración de simpatizantes de lo conservador. Con el turno pasaban a la condición laboral de cesantes, y a buscarse la vida en otro pesebre, en espera de que se produjese otra alternancia pacífica. A ser posible en un breve espacio de tiempo.

Los liberales prometieron a España reformas sociales, que no constitucionales; escuelas, pacificación de Marruecos y bajar los precios de unas subsistencias encarecidas por la Primera Guerra Mundial, donde los especuladores no tenían ningún problema en exportar trigo, arroz y carbón al mejor precio, desabasteciendo el mercado nacional de víveres indispensables para una vida cada vez encarecida, y con unos salarios más bajos. A pesar de la neutralidad de España en el conflicto internacional, los sindicatos prometían también —si los liberales no conseguían frenar la brutal inflación— llevar las trincheras a la calle, y declarar unilateralmente la guerra a la codicia, mediante huelgas salvajes en los sectores vitales de la economía hispana que se estaban enriqueciendo a costa del pueblo. En Xàtiva, Mariano Baldoví prometió precios de tasa para el pan, arroz y el carbón a través de la creación de una Junta de subsistencias, el inicio de la reforma de la canalización de las aguas potables, fomentar la extensión de las cooperativas eléctricas, que ayudasen a la electrificación del ámbito urbano, ayudas para la creación de una plaza de toros, la rebaja de la fiscalidad de los consumos, y la creación de mayor número de escuelas

Deseos incumplidos. Toda la prensa local y nacional deseó al país todo género de prosperidades para el año entrante, esperando que 1916 pusiese fin a la I Guerra Mundial, a la sangría española en Marruecos, a la carestía de vida, al caciquismo, al conflicto entre patronal y sindicatos, y a que el país pudiese tener estabilidad política, siendo imprescindible para ello que viejos y nuevos partidos alcanzasen todo tipo de acuerdos por el bien de la anhelada prosperidad. Desgraciadamente nada de ello se consiguió. Esperamos que la historia no se repita, aunque el pasado fue mucho peor que el presente, por mal que se pinte. Mucha paz y prosperidad para el 2016, que seguramente va a hacer falta.

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