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Bodegas en los polígonos

El enólogo Rafael Cambra se quejaba y con razón en una entrevista a un medio de las enormes dificultades que entraña la creación de bodegas en entornos rurales en la Comunitat Valenciana, haciendo especial énfasis en que en otras denominaciones de origen como Rioja la implantación de bodegas en zonas rurales es «una prioridad indiscutible». Nadie dice de dañar el entorno natural y paisajístico; todo lo contrario: respetarlo al máximo. Ambas cosas son compatibles.

En la Rioja Alavesa una bodega artesanal se considera aquella que elabora hasta 250.000 litros de vino. En la otra Rioja, las normas urbanísticas regionales permiten en suelo urbano bodegas de hasta 200 metros cuadrados. En suelo no urbanizable se permiten bodegas de hasta 2.400 m² construidos sobre rasante. En la Comunitat Valenciana no puede sobrepasar el millar de botellas de producción. ¿Alguien en su sano juicio piensa en montar una bodega como negocio con una producción máxima de 1.000 botellas? ¿Se imaginan ustedes un restaurante con un aforo limitado a dos mesas y cuatro comensales? ¿A qué precio tendría que vender el menú el dueño para que el negocio fuese rentable?

En Rioja tienen claro cuál es la prioridad: el vino. Y lo defienden como parte de su patrimonio. Pero, ¿ocurre lo mismo en la Comunitat Valenciana? Me temo que no. Si la normativa valenciana actual, o la que estaba en vigor hasta 2014 hubiese existido en Francia, no habría más de cuatro o cinco chateaux. En tono irónico Cambra le devolvía la pregunta al periodista, preguntándole: ¿Una forma de atraer a los turistas es llevándolos a los polígonos industriales?

Los polígonos son para otro tipo de negocio; no son el lugar idóneo para una bodega. Las naves prefabricadas, con todos mis respetos, son para otras cosas. El enoturismo está en auge, sí, en muchos sitios y lugares de España, pero no en la Comunitat Valenciana.

Por un lado, queremos fomentar el turismo del vino y atraer visitantes para que conozcan nuestras bodegas, nuestros viñedos y nuestra forma de elaborar los caldos. Pero, por otro lado, las trabas administrativas que existen para montar una bodega o cualquier otro negocio son prolijas e interminables, rechazándose la mayoría de los proyectos por cuestiones triviales en muchos casos.

Actualmente, Rafa tiene su bodega en un polígono industrial de Fontanars dels Alforins. Se le ha quedado pequeña y su deseo es trasladarse fuera de allí y montar una nueva bodega. Normal para el que „para mí„ es uno de los mejores enólogos del actual panorama vitivinícola valenciano y también nacional. Pero en lugar de fomentar y promover la cultura del vino, que es uno de los principales atractivos con que cuenta Fontanars, torpedeamos cualquier proyecto mínimamente interesante y evitamos que salga adelante. En Estados Unidos montar un negocio y que te concedan los permisos es cuestión de días, o como mucho de una pocas semanas. Aquí, pueden pasar años hasta que la administración resuelva.

¿Permitirán que se marche?

Tal es la indignación de Cambra, indignación que comparto al cien por cien, que está planteándose la posibilidad de trasladar su bodega fuera de Fontanars dels Alforins. Irse a otro lugar donde haya más facilidades y no todo sean trabas. Sería una lástima que tanto él como otros bodegueros se planteen marcharse seriamente ante la negativa de la administración a conceder permisos para ampliar o montar nuevas bodegas, espacios que generan trabajo, prestigio y prosperidad a la región. Luego nos quejamos de que formamos a la gente pero se marchan fuera buscando oportunidades en otros países... donde valoran mucho más el talento que aquí.

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