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Fichajes de invierno

Ha finalizado el mercado de invierno y terminó el plazo para los fichajes de los clubes de fútbol de este país. Ya no hay nada que hacer. Había un tiempo pero se agotó y el reglamento es el reglamento y únicamente habrá excepciones cuando un jugador se lesione de gravedad y entonces su equipo podrá sustituirlo si así lo desea. Son unas medidas aprobadas por el estamento futbolístico y respetadas como todos los reglamentos, pero como aquí estamos para no aburrirnos, ahora resulta que nuestros políticos juegan también a divertirse con los fichajes.

De momento no tienen escudo que besar de esos que llevan en el pecho los jugadores como fidelidad a la Virgen de la Seo o Sant Vicent Ferrer, y de golpe y porrazo se lo cambian por la Dolorosa o San Juan Bosco. Dependerá de quien les suelte más pasta, y quienes les ofrezcan más protagonismo. A partir de ese momento ni escudo fiel ni Dios que lo fundó. Sólo pasta, mucha pasta, muchos años de contrato y mañana ya veremos que ocurre. A eso se le llama ahora sentir los colores, como si los colores fuesen un flan de vainilla que se saborea, o una fideuà de esas de aquí te espero que te arregla el domingo.

Como la envidia es mala consejera y peor compañera de viaje, el tema de los fichajes ha entrado de lleno en los partidos políticos para vergüenza de propios y extraños. Ahora hay que llevarse al huerto al más corrupto que ha jurado ante la Virgen del Rocío que nunca más volverá a robar ni delinquir con los dineros públicos. Ese, ese es el bueno y el que interesa que llene el espacio vacío que tenía ese partido que siempre pregonó la honradez y la regeneración y cuando todavía no había terminado de pronunciar ninguna de las dos palabras, ya estaba siendo investigado por la justicia, o reconocía que robar era uno de los principios del partido al que pertenecía, pero se le había quedado corto el espacio para el regate y la falta directa al borde del área. Necesitaba más corrupción, más escándalos, más motivos para reírse del votante, y para eso estaba el enemigo, hasta ayer, que hoy le deja carta blanca para que cambien sus siglas y sea acogido en el seno con todos los honores y todas las vergüenzas.

No es lo mismo. Poco importa que fuese un corrupto/a si ahora promete portarse bien al menos los tres primeros días en el cargo, que luego ya habrá tiempo para el fraude y llenarse los bolsillos. Ahora se inicia una nueva etapa en un nuevo partido que siempre tiene a los mejores, y en consecuencia a los más sinvergüenzas, a los que nunca aprenderemos a negarles el saludo ni a girarles la cara cuando les encontremos por la calle. Poco importa que se quemen y se prostituyan siglas centenarias de la izquierda y la derecha. Ahora ya no valen los colores. Ahora tienen la santísima cara dura de presentarnos ante nuestras narices a una serie de tránsfugas tan miserables como los que les acogen con una inusitada alegría y regocijo. La misma culpa tienen unos que otros, pero al parecer la madurez de la democracia debe habernos encogido los cerebros para que seamos capaces de decir basta, no es no, a tanta y tanta insensatez. Nuestro voto debería dar una respuesta. La copia barata de los fichajes de invierno, puede salirnos bien cara a la larga y a la corta, cuando contemplemos como se han burlado del votante.

El Levante UD no ha fichado a nadie pese a la gravedad de la lesión de Doukouré por una patada al aire que se convirtió en un penalti injusto. Siempre ha habido clases.

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