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Consistorios ecologistas

Ayer se celebró el Día Mundial de Medio Ambiente, pero pilló a todo el mundo a traspiés, inmerso en las secuelas electorales propias del momento. Así que se hizo poco caso, en general, al tema que por lo demás, parece ampliamente superado por otras cuestiones que magnificamos con insistencia como si nos fuera la vida en ello, cuando en realidad, es la crisis medioambiental la que puede acabar con la vida en el planeta, y mucho antes de lo que pensamos.

A día de hoy, 9 de cada 10 personas en el mundo respiran aire contaminado. La contaminación del aire mata a 13 personas cada minuto, 800 cada hora, 7 millones cada año lo cual son cifras, como poco, respetables.

En España se producen 36.000 muertes prematuras por respirar un aire sucio y contaminado que en forma líquida, no beberíamos jamás, pero que aspiramos alegremente sin querer pensar en las consecuencias de tanta laxitud medioambiental. Se calcula que para 2020 mil millones de objetos llegarán al océano, que habrá más plásticos que peces en el mar. Corremos el peligro de morir enterrados bajo la basura que producimos, que en 2025 alcanzará los 2200 millones de toneladas.

Y sin embargo, proliferan líderes políticos desde Trump a Bolsonaro que creen que el cambio climático se refiere al cambio estacional. Este último es el responsable de que la deforestación de la selva amazónica en Brasil, uno de los pulmones que le queda al mundo, se haya disparado. Y son conocidos muchos otros políticos de medio pelo que predican buenos sermones pero son incapaces de dar un solo paso efectivo y real, que minimice realmente los ataques que el planeta recibe.

Para frenar una caída libre tan letal, hay iniciativas a todos los niveles, y no sólo estatales o autonómicas, sino también locales. Porque apostar por la sostenibilidad y el equilibrio medioambiental desde los ayuntamientos, no sólo es plantar setos o vigilar la limpieza viaria (el obligado tema de las cacas de perro). Significa garantizar una correcta gestión de los residuos urbanos, del agua „bien tan necesario como desvalorizado. Pasa por planificar el uso del suelo de forma racional, por controlar la contaminación acústica y sobre todo, significa hacer pedagogía, constante y sonante, para que una farola encendida a deshoras o una pérdida de agua sea motivo de escándalo social. Es esencial, aunque parezca secundario e irrelevante, fomentar la compra a granel, la adquisición de productos de la huerta eliminando intermediarios, la reducción de vehículos a motor con políticas de movilidad sostenible. Ecologismo rima con feminismo porque las mujeres son unas potentes aliadas en las prácticas medioambientales que construyen, que cuidan y mantienen, sin empobrecer, ni saturar, ni explotar hasta la extenuación, recursos que son finitos.

En suma, exige muy serios compromisos y dedicación a desarrollar desde una potente concejalía de Medio Ambiente que no puede ser una maría, sino un motor de cambio imparable e imprescindible.

Pero además, las conductas personales y los hábitos cotidianos, deberían verse afectados por esas campanas que tocan a la muerte del planeta y que le ponen fecha, año 2030 según la ONU, cuando el calentamiento global sea irreversible, porque se habrá traspasado el punto de no retorno.

Ir andando o en bicicleta, usar pilas recargables, llevar bolsas de compra que reduzcan el uso del plástico, desconectar los aparatos cuando no se utilicen? son hábitos de carácter personal e intransferible que no hacemos porque no nos da la gana. Que reciclen otros, que sostengan otros, decimos, y no entendemos que dejamos en manos ajenas el único planeta que podemos habitar. Cuando lo perdamos, no tendremos a donde ir.

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