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LA CIUDAD DE LAS DAMAS

Mamis

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Sirva la presente como aviso cariñoso a quienes andan preocupados reflexionando sobre la forma de honrar a sus progenitoras este próximo domingo, Día de la Madre, del que no hay forma de escapar, so pena de empobrecer muchos negocios, que bastante castigados andan ya. Aunque lo material no es siempre —o casi nunca—, lo esencial, bien está que se promuevan en esta fecha diversos tipos de productos para su adquisición y ofrenda, con el objeto de intentar manifestar el enorme amor que las madres inspiran. De ahí el éxito de los perfumes publicitados por mujeres etéreas con pinta de no haber recogido en su vida un calcetín maloliente. O de otros obsequios como el delantal de cocina, la crema antiarrugas o el paragüas que acompañará a otros diez en el paragüero, resultado de la pereza compradora o de cierto sadismo filial que por algún lado ha de manifestarse.

Viendo el lado serio de la cuestión, lo cierto es que este concepto del Día de la Madre precisaría una urgente revisión. Porque para empezar, aquello de que «madre no hay mas que una» es, a día de hoy una premisa discutible teniendo en cuenta los cambios sociales y culturales que hacen que el prototipo de familia tradicional resulte obsoleto al imponerse otros modelos que apuestan por el respeto a las decisiones personales e íntimas de las personas a la hora de escoger su pareja y/o criar a sus vástagos. Hay familias de dos madres, como de dos padres, y también familias de una sola madre, que por cierto en Xàtiva, a la vista del estudio realizado recientemente, son más frecuentes de lo que parece.

Sucede además que el concepto de madre también merece una valiente actualización. Porque ya sería hora de reconocer que madre no es sólo la que da a luz, la que ha vivido un parto, más o menos horroroso, que siempre será relato permanente en la propia biografía. Exactamente igual, extraña coincidencia, que la afición nostálgica de los hombres que hicieron la mili y no había cosa que más les gustara rememorar. Madres son también muchas mujeres que sin haber pasado por el paritorio, aman con locura, sin fisuras y hasta la muerte a criaturas, desde sobrinos a vecinas, desde ahijados hasta cualquier otro menor con el que establecen un vínculo de amor que no tiene nada que envidiar en cantidad y calidad al que inspiran los hijos paridos con dolor y sin epidural.

Por otra parte, ser madre hoy ya no es lo que era. Y no es una afirmación hecha desde la nostalgia, sino desde la satisfacción de haber superado estereotipos que condenaban a las mujeres a maternidades asfixiantes y extenuantes, consideradas como una obligación anexa al sexo de carácter casi obligatorio para cualquier mujer, que si no era madre bajaba muchos puntos en la escala del respeto y la aceptación social. Hoy ser madre es resultado de una libre elección tan lícita como la igualmente legítima de no serlo, porque las mujeres ya no son sólo potenciales gestantes. Hoy no se entiende que la maternidad descalifique a las mujeres como seres humanos que siendo madres, son también acreditadas profesionales, con proyectos de vida propios y aspiraciones que no tienen porqué sacrificar. Aunque siga habiendo un precio injusto y excesivo que pagar.

Con todo, hay cosas, las mejores, que nunca cambian ni deben hacerlo. Y ser madres, ejercer como tales, es indiscutiblemente un privilegio, una oportunidad generosa de vivir la existencia acompañando la vida de otras personas cuya felicidad importa más que la propia.

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