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LA CIUDAD DE LAS DAMAS

La hora en que vivimos

Llega el horario de invierno: ¿Qué hacer para reducir los efectos del cambio de hora? Freepik

El próximo domingo como ya viene sucediendo desde el año 1974, y ya van 48 años, nos regalarán una hora de sueño que nos pasará factura al día siguiente , cuando la tarde, en lo que se refiere a luz natural, se acorte considerablemente.

Y otra vez, como todos los años, se abrirá el consiguiente debate sobre la necesidad de la medida y los beneficios o perjuicios que causa aunque a estas alturas, todos los argumentos y contraargumentos ya se hayan puesto sobre la mesa. Los principales, aunque no los únicos, son los que sustentan el trastoque horario en función del ahorro de energía y en contra, los que avisan de los peligros para la salud.

En 2018, en los países nórdicos, huérfanos del sol que aquí llevamos como castigo a veces, el ahorro de electricidad por el cambio de hora se cifraba en un 10%. En España, en cambio, se hablaba de un 5% que algunas asociaciones rebajaban en un 1%. Se explica porque en los años setenta, cuando la Agencia Internacional de la Energía recomendó por primera vez esta medida, la iluminación representaba más del 10% del consumo energético de los hogares. Ahora, gracias a que las bombillas son mucho más eficientes, el peso de la iluminación es poco relevante en el total de consumo energético, a pesar de que este se haya visto incrementado por el uso de diversos artilugios (móviles, ordenadores, tablets) que también consumen. Aunque, en todo caso, el valor pedagógico de la medida es innegable.

Por el contrario, eminencias científicas afirman que sin lugar a dudas, retrasar o adelantar una hora el reloj en octubre y en marzo puede provocar molestias, leves, moderadas o graves, que resultan tan preocupantes como los efectos secundarios de cualquier medicamento: desde trastornos cognitivos, como pérdida de atención o memoria, a alteraciones del sueño, problemas cardiovasculares y metabólicos e incluso procesos tumorales. Para rematar hay estudios que demuestran que el cambio de hora de la primavera, que afortunadamente no es el que toca ahora, produce un aumento de un 24 % de los infartos de miocardio en mujeres. Frente a tan alarmantes augurios, otras autoridades en el tema mantienen que en dos o tres días los posibles efectos físicos del cambio horario, que son mucho menores que los de un jet lag al que todo el mundo sobrevive, desaparecen sin más.

Así que hay motivos para mantener la situación actual y para modificarla, que dividen no solo a la ciudadanía de un país sino a los países afectados. Quizás porque es evidente que España y los países del sur se benefician mucho menos que Alemania, Lituania, Finlandia y otros del cambio de hora. En todo caso, en la encuesta europea realizada a modo de sondeo, la inmensa mayoría en todos los países apostaba por no marear el reloj. Y en concreto la española expresó con abrumadora mayoría (93%) su preferencia por dejar las cosas como estaban.

Desde 2018 se lleva debatiendo el fin de dicho horario, aunque hoy la cuestión está en punto muerto. Quizás la única conclusión posible sea la necesidad de impulsar un amplio debate social sustentado en verdades científicas y no en la soberbia de la ignorancia para obtener la mejor conclusión que también habría de ser la que más consenso alcanzara en los países implicados. Porque lo que sería un absoluto caos es que la letanía de la hora menos en Canarias, se generalizara y cada país optara por una solución a su medida.

Poca unión será la europea, si ni siquiera consigue ponerse de acuerdo sobre la hora en que vive.

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