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Preludios que nada preludian

Recital de Vesselin Stanev

palau de la música (valència)

Programa: Obras de Franck, Debussy y Chopin. Lugar: Palau de la Música (Sala Joaquín Rodrigo). Entrada: Alrededor de 350 espectadores (lleno). Fecha: Jueves, 23 marzo 2017.

El pianista búlgaro Vesselin Stanev (1964) es uno de los grandes virtuosos actuales del teclado. Su técnica, basada en unas condiciones naturales excepcionales y una formación de primera, le permite firmar ejecuciones de transparencias y perfecciones singulares. El jueves, la sala Joaquín Rodrigo del Palau de la Música se abarrotó para escuchar y disfrutar de su particular manera de abordar el gran repertorio para teclado. En el programa, un precioso y bien pergeñado programa, basado en una forma musical tan ambigua como el preludio.

Desde el genial Preludio, coral y fuga de César Franck hasta los 24 Preludios de Chopin, con el coloreado intermedio de los doce que componen el Primer libro de Preludios de Debussy, Stanev -premiado en los Concursos Chaikovski de Moscú y Marguerite Long de París- desgranó cada una de las maravillas de estos mosaicos sonoros, que, como decía el poeta-músico Gerardo Diego, son «puertas de entradas a inaudibles músicas». Sus tiempos, siempre rápidos -Stanev rara vez se detiene o explaya en los momentos más líricos o efusivos- son consecuencia de esa facilidad y limpieza de ejecución, y nunca suponen sobredosis de tensión o de vacío expresivo. Se puede disentir en algunos casos -Segundo, Cuarto o Sexto preludios de Chopin; Pasos en la nieve, o La catedral sumergida de Debussy-, pero es su visión singular, expresada desde una franqueza y una solvencia absolutamente respetables.

Desde los primeros instantes de la obra maestra de César Franck se percibió la pulsación clara y nítida, la holgura de medios y la solidez de un criterio expresivo cargado de argumentos y razones. Luego, ya en la fuga, esta claridad y equilibrio que define el pianismo de Stanev realzó los muchos mejores detalles de la obra maestra. También en ese acuarelado derroche de luces, colores y siluetas que son los preludios de Debussy, dichos con un sentido del color, del timbre y de los registros sonoros en verdad admirable.

Diferente pero no distantes son los Preludios de Chopin, compositor intensamente admirado por Debussy. Un rico y exigente universo de contrastes y virtuosismo que Vesselin Stanev plasmó más desde su condición pianística que como traductor del particular lenguaje expresivo de Chopin; más por sus interpretaciones de altos vuelos que por esa indescifrable magia expresiva que destila y caracteriza la escritura del polaco. El dramatismo tumultuoso del Preludio en re menor fue colofón del recital, cabalmente ampliado y redondeado fuera de programa con los dos preludios «verso suelto» que completan el catálogo chopiniano de esta armoniosa galería de paisajes musicales que nada preludian.

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