¿Recuerdan la historia de Brigadoon? Resulta que hace doscientos años las Highlands estaban plagadas de hechiceros que desviaban a las personas lejos de las enseñanzas de Dios. Para protegerles de las influencias externas, el ministro del pueblo pidió a Dios que Brigadoon y sus habitantes se desvanecieran en la niebla de la montaña y despertaran un día cada cien años. Por eso, cuando Gene Kelly apareció por allí a mediados del siglo XX para enamorarse de Cyd Charise (obviamente), ésta y el resto de los villanos de Brigadoon todavía vestían, hablaban, bebían y bailaban como si estuvieran en pleno 1754.

El viernes, el Auditorio Sur de la Marina de València fue Brigadoon. En este caso, fue la marcha del sol la que hizo aparecer a un montón de personas que parecían vivir aún en 1985, el año en el que Simple Minds publicó "Alive and Kicking" y The Cult "She Shells Sanctuary". Muchos vestían camisetas con el logo del famoso perfil de Billy Duffy tocando la guitarra, otros mostraban pancartas que quizá guardaban desde aquel ensoñado concierto en el campo del Levante en 1986, los más movían un abanico con incansable precisión automática, los menos no sonreían para que no se viera algún hueco en la dentadura... La gente estaba tan a gusto en el pasado, cuando las buenas melodías también eran épicas, cuando los teclados aparecían en el primer plano sin que nadie tratara de disimular, cuando los fines de semana duraban lo que deberían durar todos los fines de semana, y no hay hijos en edad de empezar la universidad, y aquel colega que un día nos dejó sigue bailando a tu lado mascando chicle, fumando y sin quitarse las gafas de sol aunque sea noche cerrada. Nadie posaba para alimentar su cuenta de Instagram, sólo uno llevaba una camisa floreada, allí, por fin, era muy difícil sentirse más viejo que los demás.

La primera jornada del primer 4Ever Valencia Fest fue Brigadoon porque había sido diseñada para eso. Los organizadores habían decidido huir del presente, preservar a varias generaciones de nostálgicos vocacionales de los vicios de cualquier festival de ahora. Nada de artistas cuyo nombre sólo conoce un locutor de Radio 3, nada de canciones publicadas directamente en Spotify, ninguna camiseta de Levis sobre el escenario, ni ukeleles ni millones de papelitos que vuelan al final de una canción. Ahí sólo iba a haber musicón, que diría alguno, de ese que se canta mientras se mira al infinito, como si realmente estuvieras haciendo la cosa más importante del mundo.

En 4Ever Brigadoon Fest incluso los grupos nuevos suenan como los de antes, aunque en este caso el antes sea el antes de que el hechizo preservara a sus villanos de la música contemporánea. Fue el caso de Los Radiadores, la banda valenciana comandada por Raúl Tamarit, que vive el rock como alguna vez, siendo muy chaval, lo vivió Jim Kerr en su Glasgow natal cuando tocaba en una banda llamada Johnny and the Self Abusers. Fueron simples, directos contundentes, derrocharon volumen, fueron más Enemigos que nunca. Se les veía contentos, a gusto, entretenidos, como si tocar en un escenario de ese tamaño fuese su pan de cada día. Cierto es que aún eran pocos los que se paraban a verlos ante el escenario, y unos cuantos más los que disfrutaban de su música bajo la sombra que ofrecía la torre de control. Pero a ellos, qué. Estaban allí, estaban tocando, haciendo puto rock´n´roll y lo estaban pasando bien.

Otros que también miran de reojo a Brigadoon son los Jesus & Mary Chain. Aunque también nacidos en los 80, la banda de los hermanos Reid fue de las primeras en aplicar ese sonido que hacía equilibrios por el filo de la navaja, aquella que acabó asesinando la música de su década. Y el viernes, en el 4Ever volvieron a demostrar que eran los más modernos del lugar. Ofrecieron un concierto simple, nada espectacular pero perfecto. Su público, una minoría ajena a las camisetas pardas con logos del Spook y Espiral que iba entrando ya entonada al recinto, esperaba eso de ellos, esperaban que les convencieran de que estaban en el bando correcto, en el de la melodía corta y efectiva, en el del estribillo inapelable, en el del ruido blanco.

Cayó la noche y los viejos lobos, los que habían aprovechado la espera para guardar turno en las inmensas colas en las que cambiar dinero por fichas de coches de choque, condescendientes con lo que había sonado hasta ese momento, se prepararon para atacar. Salieron los Cult para demostrar que son el hermano de tu padre que intenta portarse bien porque ya tiene una edad pero que a veces sale y la caga. Sí, muchos bailaron, porque pese a ser una banda de rock puro y duro, el ritmo sigue siendo maquinal, ideal para moverse a golpes sin que ello te impida levantar las manos para apuntar al cielo cuando oyes eso de "here comes the rain". Pero créannos, no hubo conexión, sonaron desastrados, Duffy apenas animó al atacar con los "riffs" que todo el mundo rememora desde que se escuchó por primera vez "She sells sanctuary". Pero Ian Astbury, el cantante del "culto" estaba espeso, fondón, ahogado, mirando hacia abajo cuando intentaba llegar a las notas más altas. Incluso por los comentarios entre canción y canción, parecía que estaba cantando en otro continente. Intentó un "oe oe oe oe" que, para su disgusto, apenas contó con seguimiento del público. Y el "culto" se fue con más pena que gloria aunque sus "huestes", como las llamó Jorge Albi al presentar la actuación, se negaran a aceptarlo porque hubiera sido aceptar la muerte de Dios.

Y si The Cult fue el tío que ya no es joven y no se da cuenta y que a veces la caga, Simple Minds fue el tío que ha estado retirado en su chalé de Xàbia y que de vez en cuando pasa por la casa familiar más mayor pero más limpio y aseado. Ya hace tiempo que la banda dejó de ser la competidora oficial por la leyenda que acabó ganando U2, pero Jim Kerr y Charles Burchill son de todo menos tontos y han sabido mantener en sus discos esas cuatro o cinco canciones que sin ser el recopetín de la contemporaneidad, no huelen a cuco. Y encima llevan una bandaza que toca bien y les da una imagen tan atractiva que uno acaba hasta por olvidarse de que el cantante lleva fular. A diferencia de sus predecesores, sonaron bien, muy bien, y cuando sonaron mal el propio Kerr paró la actuación para pedir disculpas y reemprender el tema para que todo fuese correcto. La actuación tuvo algún momento de aire ambiental, casi etéreo, perfecto para acompañar el estado químico del público, la agradable brisa que en ese momento recorría el recinto y el cadencioso movimiento de las grúas llenas de luces de los estibadores que se asomaban desde el puerto. Y claro, gallina en piel colectiva con los archifamosos "la la la la" y el "la la la la papara o papara o" que culminan los himnos de la banda escocesa.

Cuando finalmente apareció Santiago Auserón acompañado por Sexy Sadie para reinterpretar el repertorio de Radio Futura y Juan Perro, y algo también de los mallorquines, una parte de las huestes culteranistas y simplistas se había marchado ya. Pero las que se quedaron, y los que esperaban agazapados desde el final del concierto de The Jesus and Mary Chain, pudieron disfrutar de un recital perfecto para desembadurnarse de toda la épica que llevaban encima. Auserón es de los dos o tres artistas más importantes que ha dado el rock en español, tiene una actitud, unas tablas, una sabiduría y una forma de cantar que muy pocos pueden mostrar en un escenario, sus canciones son un guiño al oyente, un no te digo nada y te lo digo todo, y su forma de interpretarlas ya el sábado de madrugada valía igual para los que se quedaron en los 80 con cara de Tonto Simón (que, ay, no cantó) y los que han sabido sobrevivir y crecer tan hermosas como la Negra Flor.

Hoy sábado toca la segunda y última jornada del 4Ever Valencia Fest. El público no será igual porque tampoco las bandas ofrecen lo mismo. Ni siquiera Killing Joke, provenientes de aquella década en la que la niebla ocultó este Brigadoon valenciano, se han quedado allí a vivir. Pero uno desearía que este invento continúe, que el año que viene vuelva a irse el sol para que los viejos lobos vuelvan a sacar del cajón la camiseta del culto o el fular de Kerr y que nadie te mire raro porque lleves gafas de sol por la noche, fumes, masques chicle y muevas el abanico a la vez.