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Cuarteto Manderling

Crítica musical

¿Eran 4 o 24?

No escapó al público de la SFV, bien curtido en las lides de la música de cámara, la superior dimensión del Cuarteto Mandelring, conjunto maduro y experimentado, sin improvisaciones, fruto de un trabajo serio y respetuoso. En 1933, un crítico neoyorquino calificó la música de Shostakovich como descerebrada y trivial. 90 años después, su música forma parte del repertorio de orquestas y solistas, superando opiniones que el tiempo ha situado donde corresponde. Dedicado a su primera esposa, Shostakóvich compone su ‘Cuarteto nº 7, Op. 108’, en 1969, en plena madurez. Es una música descarnada y sin excesos que hay que deletrear minuciosamente para formar el estremecido discurso propuesto por el autor. Los Mandelring deslumbraron con su orfebrería técnica y tempo adecuado con el que el compositor somete a las cuerdas a un intenso akelarre conformando el ambiente de desolación sonora que hace 60 años debió impactar a propios y extraños. Desde el ‘Cuarteto nº 2, Op. 76’, conocido como «de las quintas» por la arquitectura musical propuesta por Haydn, los Mandelring sorprendieron por la cuadrafonía de su sonido amplio y nítido, donde al cerrar los ojos, la duda fue si eran 4 o 24. El estilo del clasicismo no siempre es fácil de traducir pero los solistas lo despacharon con tanto elegancia como frescura. Recuperar una obra como el ‘Cuarteto nº 12 en fa mayor’, de Dvorák siempre resulta oportuno. Apodado «el americano» por haberlo compuesto durante su estancia en EE.UU. a finales del XIX, está cuajado de temas posiblemente escuchados o recogidos en aquel momento. Sebastián Schmidt se mostró como un perfecto fiddler subrayando las melodías «nativas» evocadoras del mid-west. Éxito de los grandes con no pocos bravos. Merecerían volver.

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