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Berry, el último gran mánager

El valenciano José Emilio Navarro maneja desde hace décadas las giras de Serrat, Sabina y Perales

Berry, el último gran mánager

Berry dice sentirse parte de un mundo que está a punto de desaparecer. El de Brian Epstein, el Coronel Tom Parker y Peter Grant, el de Albert Grossman, John Landau,Don Arden y, aquí en España, el de su maestro José María Lasso de Vega. El mundo de esos managers que, más allá de lo afilado que tuvieran el colmillo, eran el paraguas y la sombra del artista, su principal contacto con el mundo real.

José Emilio Navarro -el apodo se lo puso un amigo de la infancia que le dijo que se parecía a Berry (por Warren) Beaty en ‘Esplendor en la hierba’– es valenciano y es el mánager de tres de los mayores hacedores de canciones del país: José Luis Perales, Joaquín Sabina y Joan Manuel Serrat.

Especialmente intensa es su relación con el Noi, con el que entró a trabajar hace 50 años, primero como técnico de sonido y desde 1975 ocupándose de sus asuntos musicales. Serrat y Berry son, además, amigos de los de hablar casi a diario y apadrinar bodas y bautizos. «Pero yo debo ser la excepción de eso ‘amistad y negocios, agua y aceite’ que decían en El Padrino. Soy un privilegiado».

Berry, el último gran mánager

Berry nació en 1948 en la calle Borrull. «Primero estudié en los Jesuitas y después en el Luis Vives. El camino mas corto para ir de casa al instituto era cruzando el barrio chino y recuerdo como si fuera ahora aquellos colores y aquellos hedores». Estamos hablando de la València de los 60, en la que brillaban bandas como Los Top-Son, Los Huracanes, Els 5 Xics, Los Pepes o Los Protones. Berry empezó a tocar con gente como Eduardo Bort o Miguel Blasco «Adam», un cantante de voz negroide con el que formó Adam Grup. «Un día nos salieron unos bolos en el minigolf de Dénia. Allí nos oyó alguien y acabamos en Ibiza, en un club que se llamaba l’Ànfora».

Berry y sus compañeros vivieron de lleno la eclosión de la Ibiza «hippie». «Conocimos a Ringo y John Lennon, que venían de fin de semana a casa de un modisto, y a toda la gauche divine catalana que veraneaba en la isla y que nos llevó a tocar a la inauguración de la discoteca Bocaccio en Barcelona. Allí comenzó la relación con Lasso de la Vega, que era entonces el manager más importante de España. Llevaba a Juan y Junior, a Camilo Sesto, a Serrat… Cuando a Adam le tocó la mili, el grupo se deshizo pero Lasso nos contrató para trabajar con el Dúo Dinámico, a los que también llevaba. Con ellos estuve hasta que me tocó hacer la mili en Ceuta».

El único buen recuerdo del servicio militar que guarda Berry fue que aquel año el Valencia CF ganó la liga. «Volví a casa con la firme decisión de dejar la música pero entonces Lasso me dijo que necesitaba un técnico de sonido para Serrat, que iba a empezar una gira por América. ‘Me voy a América y ya no sé si volveré’, le dije a mi padre. Y vaya si he vuelto, al menos cuatro veces al año desde hace medio siglo».

El exilio mexicano

Cuando Juan Manuel (así, en castellano, le llama Berry) cortó su relación con Lasso, el valenciano empezó a organizar sus conciertos. «Era 1975 y en septiembre se producen los últimos fusilamientos del franquismo. Estábamos en Cuba a punto de volar hacia México cuando nos enteramos de lo que había pasado». Al aterrizar en el aeropuerto de DF, Serrat condenó ante la prensa los fusilamientos y el Gobierno de Franco declaró al cantautor en busca y captura. El músico se quedó en México y con él su equipo, incluido Berry, con quien montó una gira que les llevó a bordo de una furgoneta a la que bautizaron «La gordita» por cualquier teatro donde los ingresos les dieran para comer.

La relación personal y profesional de José Emilio y José Manuel se afianzó desde entonces a lo que es ahora. Berry recuerda con emoción el regreso de su amigo a Barcelona en 1976 y los conciertos que montó por los barrios de la ciudad. Una emoción similar a la que sintió cuando Serrat regresó a Chile y Argentina tras las dictaduras de Pinochet y Videla. Y no olvida los momentos peligrosos, como una actuación en el Teatro Colón de Bogotá mientras a escasos 500 metros el comando terrorista M-19 tomaba el Palacio de Justicia.

Su trabajo con Serrat le abrió a finales de los 70 la puerta de otros artistas como Paco de Lucía, a quien le estuvo llevando los directos en España, Portugal, América y Japón hasta que el genio de la guitarra falleció en 2013. «Era un artista de una dimensión grandísima», recuerda. Con su socio Pepe Caturla montó las giras de Mercedes Sosa, Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Nacha Guevara, Les Luthiers, Horacio Guaraní, Atahualpa Yupanki e incluso Simon & Garfunkel, a los que presentó en Madrid en 1982… «Y en 1996 tuve el gustazo de montar con Toni Caravaca la gira de “El gusto es nuestro” en la que estaban Juan Manuel, Ana Belén, Víctor Manuel y Miguel Ríos y que tuvo un éxito brutal», recuerda.

Pero hace tiempo que Berry decidió centrarse y ofrecer un servicio exclusivo para unos pocos. «Me quedé con Paco, con Juan Manuel y con Perales, con el que había trabajado unos años antes. Y en 1999, en medio de la gira de ‘19 días y 500 noches’, Sabina rompió con su mánager de siempre, Paco Lucena, me llamó a mí y nos pusimos de acuerdo. Y así hasta ahora».

Discreción

Asegura Berry que lo de tener en la actualidad a tres músicos que son «memoria histórica, popular y colectiva del país» es cuestión de suerte. «Pero la suerte del trabajo -aclara-. Me he dejado la vida con ellos. Soy una hormiguita, vengo a la oficina aunque no tenga trabajo. Y cuando hay gira voy de un lado para otro. Sé que ya no hace falta porque tienen su personal y alguien de mi oficina siempre está también. Pero si no estoy con ellos es como si me falta algo».

Para Berry, uno de los grandes éxitos de esta carrera de cinco décadas fue juntar en una gira a sus queridos Juan Manuel y Joaquín. Hubo más de un listo que apostó que dos personas tan diferentes, por muy amigos que fueran, no iban a durar ni dos conciertos. «Pues desde 2007 ya han hecho tres giras. Y lo pueden hacer por el profundo respeto que se tienen-explica su mánager -. Si lo hicieran solo por dinero, se notaría. Joaquín necesita sus cosas y sus tiempos y tiene su forma de funcionar, y Juan Manuel las suyas. Cada uno acopla su vida a la gira: uno se levanta y hace deporte y el otro puede seguir durmiendo».

Uno de los secretos de Berry como mánager de largo recorrido es tener claro que por encima de la amistad está la discreción. «Ellos hacen lo que quieren, y si después quieren cantar, cantan y si no, pues no. Yo no soy quién para meterme en su vida, ni se me ocurriría ni me dejarían».

Cuando en marzo de 2020 el coronavirus irrumpió, Berry estaba en la gira de despedida de Perales por América. «Tuvimos que suspender la gira en verano por España. Pero José Luis ya ha anunciado que vuelve, para despedirse definitivamente». «Con Juan Manuel y Joaquín -continúa - estuvimos hasta febrero, cuando Joaquín se cayó en Madrid. Ahora está medio recluido pensando ya en disco nuevo y nueva gira. Y con Juan Manuel supongo que el año que viene también haremos algo».

Berry confiesa que con 72 años cumplidos «y después de haber cruzado el Atlántico quizá más de 250 veces», está esperando a que Serrat diga que se retira para hacerlo él también. «Alguna vez lo hemos hablado porque también tiene una edad. Pero de momento, como dice Sabina, todos tenemos una mala salud de hierro».

En el futuro se asoma también el fin de la manera en la que Berry entiende el negocio. «Para mí ser mánager es ocuparme de todo, vender las giras, diseñar los escenarios y viajar con el artista -resume-. Antes las multinacionales tenían suficiente con el dinero que ganaban con los discos. Pero todo cambió cuando con la piratería les empezó a ir mal. Las tres multinacionales que quedan hacen a los artistas y han creado departamentos para llevar también sus carreras y quedarse todo lo que puedan generar. A largo plazo serán los dueños de todo».

Por eso, Berry piensa que el suyo es un trabajo artesanal condenado a desaparecer. Pero como se dice vulgarmente, a él que le quiten lo cantado. «Siempre he trabajado con gente que me gustaba lo que hacía porque yo tengo un criterio musical -insiste -. Soy mánager y también soy fan y voy a todos los conciertos que puedo y me sé todas las letras. Las de Serrat, Sabina y Perales, ojo, que no son pocas. Pregunta a ver cuántos managers pueden hacer eso».

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