Síguenos en redes sociales:

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Izal en concierto en València

La verbena cósmica de Izal

En el primer sold out de la temporada veraniega de conciertos en València, Izal abarrotó el domingo la tribuna del estadio Ciutat de València metiendo a unas 4.000 personas en lo que, estirando mucho las etiquetas, podríamos llamar una verbena indie cósmica. Me explico. Sobre el escenario, al estilo del puente de mando de una nave espacial, había una gigantesca consola llena de testigos luminosos y una enorme pantalla. Desde allí se nos proyectó una película en la que la banda es una tripulación en problemas que, tras vagar sin rumbo durante meses, es contactada por una civilización alienígena que pide socorro. Necesitan un tipo de energía para sobrevivir que, por lo visto, se encuentra en la música terrícola. Una especie de indie rock para las masas juveniles, potente, denso, bien cantado y ejecutado, pero carente de profundidad, riesgo y aristas. Sin demasiada personalidad ni carácter, pero festivo a más no poder. Diseñado como para animar los festivales veraniegos españoles y hacer disfrutar, como en una verbena cool despojada de horteridad, a la chavalada de camisas de palmeras y flamencos rosas, escuálidos sombreros de paja, coloristas bikinis y molonas gafas de sol.

Con una fidelidad a prueba de bomba y con la convicción de que su match con la banda es para toda la vida, los asistentes, en éxtasis desde esa misma mañana, recibieron a los músicos con una cerrada ovación. Arrancaron con la templada "Meiuqèr", adelanto de un nuevo elepé que podría llegar en otoño, continuaron con “Ruido Blanco” y, a la tercera canción, “Copacabana”, la gente se volvió completamente loca y ya no dejó de cantar y serpentear rítmicamente en sus asientos hasta el final del concierto. Los esclavos del bombo a negras sudaban la camiseta en medio del frenesí que procuraban “Seres que me llenan” y “Agujeros de gusano”, compuestas para demoler un estadio.

Siguiendo con el hilo conductor de la aventura interestelar, en la pantalla gigante aparecieron actores y deportistas interpretando a personajes de un centro de comando de la misión que velaban por el cumplimiento de la misma. Recuerden, procurar energía vital en forma de música a una civilización agonizante a través de una serie de duetos en la que las voces pregrabadas se mezclaban con la actuación en directo. Santi Millán y Alejandra Jiménez presentaron a Rozalén, que se marcó “Pequeña gran revolución”. El asunto se repetiría con Sidonie, que cantaron “Temas amables” y con Mäbu, que colaboró en “El temblor”.

El grado de implicación emocional del respetable con el ambicioso espectáculo adquiría dimensiones estratosféricas, como cuando eligió que se tocara “Despedida” a través de una aplicación de teléfono. O, al menos, eso fue lo que se explicó. La excitación se aproximó peligrosamente al desafuero cuando el cantante anunció que se había mudado a vivir a València, o apareció un ukelele en escena y acometieron “Qué bien”. La maquinaria del buen rollo funcionaba a pleno rendimiento cuando apareció proyectada Zahara para cantar “La increíble historia del hombre que podía volar, pero no sabía cómo”, con todo dios a voz en cuello intentando bailarla sin incurrir en comportamientos incívicos que, como ya les he contado, fue una constante. Igual que en “Magia y efectos especiales”, fracturada y con tramos tan explosivos que la hacen ideal para una sesión de spinning.

Al final del concierto, el jefe de los marcianos nos felicitó por el éxito de la misión y tomó la apariencia de Miguel Ríos para cantar “El pozo”, con la peña irradiando tanta energía como para iluminar Formentera un año entero. Entonces llegaron “La mujer de verde” y “El baile” con el bombo echando humo y cientos de asistentes en pie, ahora ya sí definitivamente, saltando y dándolo todo para consternación de los vigilantes de seguridad. Agotador. Pues con todo, aún salió Bunbury en la dichosa pantalla cantando “Pausa” para enfriar los ánimos, sin saber, el pobre, a años luz de allí, que llevaban dos horas y cuarto abrasados por un incendio devastador.

Esta es una noticia premium. Si eres suscriptor pincha aquí.

Si quieres continuar leyendo hazte suscriptor desde aquí y descubre nuestras tarifas.