Después de cantar sin descanso durante más de dos horas Raphael demostró, una vez más, que es uno de esos escasos artistas que tienen el escurridizo don de convertir una noche cualquiera en una noche memorable. Lo consiguió tirando de pasión, ilusión, profesionalidad, arrojo e intensidad. Con un repertorio seleccionado para golpear el corazón de fans y neófitos; con una banda impecable, dinámica, precisa y potente, y con una voz que tuvo sus altibajos, sobre todo en la primera hora del show. Pero si el artista logró que la gélida explanada abarrotada de carne humana y resina blanca acabara vibrando como una bombonera fue gracias al factor Raphael. No se me ocurre otra manera de explicarlo. El idioma castellano es el más rico que existe, un tesoro inabarcable, una colosal herramienta de comunicación y una fabulosa fuente de producción literaria. Sólo en casos como éste, términos tan fatuos como “inenarrable” o expresiones “como no hay palabras” cobran algo de sentido.
Raphael abarrota la Ciutat de les Arts
Cris Ann
Después de cantar sin descanso durante más de dos horas Raphael demostró, una vez más, que es uno de esos escasos artistas que tienen el escurridizo don de convertir una noche cualquiera en una noche memorable. Lo consiguió tirando de pasión, ilusión, profesionalidad, arrojo e intensidad. Con un repertorio seleccionado para golpear el corazón de fans y neófitos; con una banda impecable, dinámica, precisa y potente, y con una voz que tuvo sus altibajos, sobre todo en la primera hora del show. Pero si el artista logró que la gélida explanada abarrotada de carne humana y resina blanca acabara vibrando como una bombonera fue gracias al factor Raphael. No se me ocurre otra manera de explicarlo. El idioma castellano es el más rico que existe, un tesoro inabarcable, una colosal herramienta de comunicación y una fabulosa fuente de producción literaria. Sólo en casos como éste, términos tan fatuos como “inenarrable” o expresiones “como no hay palabras” cobran algo de sentido.
Raphael abarrota la Ciutat de les Arts
Cris Ann
Después de cantar sin descanso durante más de dos horas Raphael demostró, una vez más, que es uno de esos escasos artistas que tienen el escurridizo don de convertir una noche cualquiera en una noche memorable. Lo consiguió tirando de pasión, ilusión, profesionalidad, arrojo e intensidad. Con un repertorio seleccionado para golpear el corazón de fans y neófitos; con una banda impecable, dinámica, precisa y potente, y con una voz que tuvo sus altibajos, sobre todo en la primera hora del show. Pero si el artista logró que la gélida explanada abarrotada de carne humana y resina blanca acabara vibrando como una bombonera fue gracias al factor Raphael. No se me ocurre otra manera de explicarlo. El idioma castellano es el más rico que existe, un tesoro inabarcable, una colosal herramienta de comunicación y una fabulosa fuente de producción literaria. Sólo en casos como éste, términos tan fatuos como “inenarrable” o expresiones “como no hay palabras” cobran algo de sentido.
Raphael abarrota la Ciutat de les Arts
Cris Ann
Después de cantar sin descanso durante más de dos horas Raphael demostró, una vez más, que es uno de esos escasos artistas que tienen el escurridizo don de convertir una noche cualquiera en una noche memorable. Lo consiguió tirando de pasión, ilusión, profesionalidad, arrojo e intensidad. Con un repertorio seleccionado para golpear el corazón de fans y neófitos; con una banda impecable, dinámica, precisa y potente, y con una voz que tuvo sus altibajos, sobre todo en la primera hora del show. Pero si el artista logró que la gélida explanada abarrotada de carne humana y resina blanca acabara vibrando como una bombonera fue gracias al factor Raphael. No se me ocurre otra manera de explicarlo. El idioma castellano es el más rico que existe, un tesoro inabarcable, una colosal herramienta de comunicación y una fabulosa fuente de producción literaria. Sólo en casos como éste, términos tan fatuos como “inenarrable” o expresiones “como no hay palabras” cobran algo de sentido.
Raphael abarrota la Ciutat de les Arts
Cris Ann
Después de cantar sin descanso durante más de dos horas Raphael demostró, una vez más, que es uno de esos escasos artistas que tienen el escurridizo don de convertir una noche cualquiera en una noche memorable. Lo consiguió tirando de pasión, ilusión, profesionalidad, arrojo e intensidad. Con un repertorio seleccionado para golpear el corazón de fans y neófitos; con una banda impecable, dinámica, precisa y potente, y con una voz que tuvo sus altibajos, sobre todo en la primera hora del show. Pero si el artista logró que la gélida explanada abarrotada de carne humana y resina blanca acabara vibrando como una bombonera fue gracias al factor Raphael. No se me ocurre otra manera de explicarlo. El idioma castellano es el más rico que existe, un tesoro inabarcable, una colosal herramienta de comunicación y una fabulosa fuente de producción literaria. Sólo en casos como éste, términos tan fatuos como “inenarrable” o expresiones “como no hay palabras” cobran algo de sentido.
Raphael abarrota la Ciutat de les Arts
Cris Ann
Después de cantar sin descanso durante más de dos horas Raphael demostró, una vez más, que es uno de esos escasos artistas que tienen el escurridizo don de convertir una noche cualquiera en una noche memorable. Lo consiguió tirando de pasión, ilusión, profesionalidad, arrojo e intensidad. Con un repertorio seleccionado para golpear el corazón de fans y neófitos; con una banda impecable, dinámica, precisa y potente, y con una voz que tuvo sus altibajos, sobre todo en la primera hora del show. Pero si el artista logró que la gélida explanada abarrotada de carne humana y resina blanca acabara vibrando como una bombonera fue gracias al factor Raphael. No se me ocurre otra manera de explicarlo. El idioma castellano es el más rico que existe, un tesoro inabarcable, una colosal herramienta de comunicación y una fabulosa fuente de producción literaria. Sólo en casos como éste, términos tan fatuos como “inenarrable” o expresiones “como no hay palabras” cobran algo de sentido.
Después de cantar sin descanso durante más de dos horas Raphael demostró, una vez más, que es uno de esos escasos artistas que tienen el escurridizo don de convertir una noche cualquiera en una noche memorable. Lo consiguió tirando de pasión, ilusión, profesionalidad, arrojo e intensidad. Con un repertorio seleccionado para golpear el corazón de fans y neófitos; con una banda impecable, dinámica, precisa y potente, y con una voz que tuvo sus altibajos, sobre todo en la primera hora del show. Pero si el artista logró que la gélida explanada abarrotada de carne humana y resina blanca acabara vibrando como una bombonera fue gracias al factor Raphael. No se me ocurre otra manera de explicarlo. El idioma castellano es el más rico que existe, un tesoro inabarcable, una colosal herramienta de comunicación y una fabulosa fuente de producción literaria. Sólo en casos como éste, términos tan fatuos como “inenarrable” o expresiones “como no hay palabras” cobran algo de sentido.