A metros del mar, en la planicie de Palmera, en medio de su enorme responsabilidad como curador de las artes y descubridor de artistas, vive un artista insólito, Vicente Todolí, 65 años, que no hace pintura, no esculpe, no escribe libros, sino que cuida cítricos en un espacio inmenso de este lugar en el que el Mediterráneo huele a lo que él siembra.
Vicente Todolí en el jardín de las delicias
Perales Iborra
A metros del mar, en la planicie de Palmera, en medio de su enorme responsabilidad como curador de las artes y descubridor de artistas, vive un artista insólito, Vicente Todolí, 65 años, que no hace pintura, no esculpe, no escribe libros, sino que cuida cítricos en un espacio inmenso de este lugar en el que el Mediterráneo huele a lo que él siembra.
Vicente Todolí en el jardín de las delicias
Perales Iborra
A metros del mar, en la planicie de Palmera, en medio de su enorme responsabilidad como curador de las artes y descubridor de artistas, vive un artista insólito, Vicente Todolí, 65 años, que no hace pintura, no esculpe, no escribe libros, sino que cuida cítricos en un espacio inmenso de este lugar en el que el Mediterráneo huele a lo que él siembra.
Vicente Todolí en el jardín de las delicias
Perales Iborra
A metros del mar, en la planicie de Palmera, en medio de su enorme responsabilidad como curador de las artes y descubridor de artistas, vive un artista insólito, Vicente Todolí, 65 años, que no hace pintura, no esculpe, no escribe libros, sino que cuida cítricos en un espacio inmenso de este lugar en el que el Mediterráneo huele a lo que él siembra.
Vicente Todolí en el jardín de las delicias
Perales Iborra
A metros del mar, en la planicie de Palmera, en medio de su enorme responsabilidad como curador de las artes y descubridor de artistas, vive un artista insólito, Vicente Todolí, 65 años, que no hace pintura, no esculpe, no escribe libros, sino que cuida cítricos en un espacio inmenso de este lugar en el que el Mediterráneo huele a lo que él siembra.
Vicente Todolí en el jardín de las delicias
Perales Iborra
A metros del mar, en la planicie de Palmera, en medio de su enorme responsabilidad como curador de las artes y descubridor de artistas, vive un artista insólito, Vicente Todolí, 65 años, que no hace pintura, no esculpe, no escribe libros, sino que cuida cítricos en un espacio inmenso de este lugar en el que el Mediterráneo huele a lo que él siembra.
A metros del mar, en la planicie de Palmera, en medio de su enorme responsabilidad como curador de las artes y descubridor de artistas, vive un artista insólito, Vicente Todolí, 65 años, que no hace pintura, no esculpe, no escribe libros, sino que cuida cítricos en un espacio inmenso de este lugar en el que el Mediterráneo huele a lo que él siembra.