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Tito contra la espiral del silencio

Mientras se acumulaban los partidos sin ganar la temporada pasada, ¿saben cuántas veces tuvimos que escuchar la basura de equipo que había armado Tito para la «rentrée» en Primera? ¿Saben cuántos comentarios irónicos se hicieron sobre el anunciado «salto de calidad»? Los jugadores no daban más de sí, Tito era un inepto y además Quico no se había querido gastar los cuartos. Era el sentir de una parte de la grada. Y, sin lo del presidente, el de muchos periodistas. Así se generó una espiral creciente que convirtió este diagnóstico en el dominante. Con la sombra de la guillotina acechando, todas las culpas apuntaban a Tito y la situación empeoró domingo a domingo.

Cuando pasan cosas difíciles de explicar, como ganar un solo partido en 21 jornadas, se buscan toda clase de explicaciones, y a veces se huye de las más sencillas. Por lo que sea a nadie le interesó reconocer que Muñiz no había sido capaz de sacar partido de una plantilla con un gran potencial. ¿Quién sabe? Tal vez cesarlo era tanto como reconocer otros errores y abrir la veda para buscar otros culpables y por eso se retrasó la decisión hasta los límites del abismo.

Uno de los conceptos más fascinantes de la comunicación social es el de la «espiral del silencio» de Elisabeth Noelle-Neumann. Aquel ensayo esencial, publicado en 1977, tenía el sugerente subtítulo de «Opinión pública: nuestra piel social» y ha envejecido la mar de bien. Sí, somos lo que opinamos. Tal cual. Así se crea la epidermis con que nos mostramos a los demás. Pocos se atreven a manifestar opiniones discordantes y a asumir el riesgo de quedar en los márgenes de la opinión pública generalizada, de lo políticamente correcto.

Así se enmudecen las opiniones minoritarias y así se convierten las mayoritarias en dominantes, independientemente de cualquier otro criterio. Cuando Noelle-Neumann desarrolló esta teoría la televisión se postulaba como el medio con mayor capacidad de influencia. Hoy su conjetura se hace más sólida aún, en el actual panorama comunicativo, con todo el mundo anhelando «clicks», «followers» y «likes» en redes y deseando parecer simpáticos y amables para otros usuarios. El espacio para los del núcleo duro (siguiendo la terminología de la politóloga alemana: los que se enfrentan a la espiral del silencio y mantienen su criterio contra toda presión) es cada vez más escaso.

Sin embargo, los hubo que defendieron el valor de la plantilla granota del curso 2017-18 y a su artífice, Tito Blanco, que estas semanas ha estado de gira, reivindicándose como prólogo de su inminente renovación. Además de la base del ascenso de 2017, llegaron muchos futbolistas. El rendimiento de algunos es discutible, pero me concederán que Doukouré, Luna, Coke, Rochina, Cabaco, Boateng, Lukic o Bardhi fueron buenas apuestas, algunas excelentes, tanto que mañana mismo podrían generar plusvalías espectaculares. Con los precedentes expuestos, ¿de verdad es necesario volver a escuchar los comentarios más cenizos en vez de dar un voto de confianza a Aitor, Vukcevic, Prcic, Simon, Mayoral o Dwamena y, sobre todo, a Tito?

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