Síguenos en redes sociales:

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Gernika: Pilota y pazlevante-emv

Va de bo !

Gernika: Pilota y paz

Sobre el fondo negro del majestuoso frontón de Gernika, «la catedral de la cesta punta» presidiendo el palacio, contemplando orgulloso el devenir de la pelota que lanza Goicoechea, el 'Messi' de la cesta punta, digno sucesor del Chiquito de Bolívar, lucen, debajo del escudo del árbol, blanco sobre negro, las palabras en lengua vasca: «Bakearen hiria».

El viajero pregunta a un lugareño su significado y una punzada de emoción emerge de su corazón: «La ciudad de la paz». Allí donde la aviación nazi ensayó la devastación, sólo podía brotar la palabra y el deseo de la reconciliación. Paz justa, paz que surge firme y poderosa cuando dos personas, dos pueblos, dos naciones se dan un sincero apretón de manos, mirándose a los ojos, con la mirada complaciente de sentirse iguales, sin sometimientos ni imposiciones. Los viejos vascones de la Bizcaia medieval, pobres entre los pobres, se reunían debajo de aquel árbol para ejercer el mejor gobierno y hacían jurar a sus señores las leyes viejas. Se amparaban en el poderoso reino de Castilla siempre y cuando el rey, que podía serlo de un reino donde no se ponía el sol, jurara debajo del roble respetar sus fueros.

El juego de pelota, practicado por los pastores en los 'soros', pequeñas llanuras de las montañas vascas, en los arkupes, porches, de las iglesias y casas consistoriales, en las plazas abiertas, en los frontones de una o tres paredes, se conoce en las tierras vascas desde tiempos inmemoriales. Se jugaba a pelota muchísimo antes de que existiera la España que por las armas acabara con las leyes vascas, sin sospechar aquellos que presumían de liberales que someter sentimientos era el camino seguro para sembrar odios y divisiones. Los vascos siguieron parando las partidas a la hora del Ángelus; las madres vascas siguieron amamantado a sus hijos con nanas en euskera y los vascos del viejo Reyno de Navarra se enfrentaban a los mejores del Reyno de Valencia en Cartagena siglos antes de que hubiera una Federación Española y una Federación Internacional de Pelota Vasca que sujeta a la ley impuesta no tenga más ocurrencias que prohibir a jugadores de Chile o de Bolivia, Argentina, México o Uruguay participar en torneos privados del Consejo Mundial de Pelota Vasca. Todo el delito consiste en querer participar con el nombre de Euskadi, en soñar con el día en el que himno vasco pueda sonar en un torneo de un deporte enraizado en el alma profunda de un pueblo que en su pobreza hacia jurar al poderoso rey de Castilla el respeto a sus fueros y tradiciones.

¿Quién separa a quién? ¿Tan difícil es comprender que sólo desde apretones de manos mirándose a los ojos puede haber paz?

El viajero piensa en la hermosura de abrir los brazos para unir sentimientos de respeto. Nadie es más que nadie. En el mundo de la pelota sólo nos une el amor a ese deporte variado y diverso. La pelota vasca mira hoy con respeto y admiración la evolución de la pelota valenciana desde que ésta decidió seguir un camino donde no sintiera el menosprecio. La pelota valenciana mira como siempre miró a la pelota vasca: con profunda admiración. Y ambas, unidas en valenciano y en euskera firman también en castellano un pacto de futuro. El himno vasco, la bandera vasca no se prohíbe, ni se castiga; se exhibe con orgullo porque también es de todos. Y los jóvenes vascos y valencianos se sienten cercanos, cultivando la paz. Porque la pelota es también Bakearen hiria. Lugar de paz y de encuentro.

Esta es una noticia premium. Si eres suscriptor pincha aquí.

Si quieres continuar leyendo hazte suscriptor desde aquí y descubre nuestras tarifas.