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El hueso de Ipurua

Bombeja Agustinet !

El hueso de Ipurua

Ipurua es un hueso para el Llevant. Allí nunca ha ganado en Primera. Sus visitas se saldan con tres empates (y la friolera de 18 tantos) y una derrota. Tres igualadas también en el Ciutat y dos triunfos completan el breve historial de nueve enfrentamientos en la élite, fecundo en goles: 34 en total, con una media de 3,8. En la ida, de hecho, Orriols presenció este duelo sin goles por primera vez.

Con el pijama puesto. Hoy el Llevant volverá a enfundarse ese feo pijama gris con que el club ha decidido mancillar la memòria històrica levantina, volviendo a desterrar, otra temporada más, la histórica zamarra blanquinegra (o blanquiazul). El pretexto, el de siempre: que el blanquinegro con pantalón negro sigue siendo demasiado oscuro para enfrentarse, por ejemplo, a un Eibar azulgrana. La solución, obvia y sencilla, se desoye una y otra vez: ponerse un pantalón blanco, como llevaba el Llevant FC, en la primera fotografía conocida; como usaba el propio Gimnàstic, en sus orígenes más remotos. No sé si el problema es que a alguien le chirría que el equipo lleve algo blanco (aunque tanto Llevant FC como Gimnàstic ya lo llevaran antes de que existiera el Valencia) o si sencillamente, como sostiene el exvicepresidente Tomás Pérez, molesta la presencia simbólica de la rama marítima del club. No se trata, en este caso, ni siquiera de una cuestión comercial: nadie se compra la camiseta-pijama. Yo no sé ya qué pensar, pero a muchos levantinos nos duelen los ojos cada vez que nuestro Llevant desaprovecha la oportunidad de lucir la histórica equipación blanquinegra y reivindicar una parte esencial de su alma bicéfala.

Mono de trabajo. Tras la machada ante el Madrid -ampliamente lloriqueada por el futbolista más tarjeteado en la historia de Europa- el Llevant tiene la ocasión de dispararse hasta los 35 puntos, con un triunfo en Eibar. Dejaría muy tocado a un rival directo, rozaría la salvación virtual y se amollarían amarras para readecuar el objetivo del curso. Primero una cosa, en todo caso, y luego, la otra. Porque antes hay que ganar, claro. Y conseguirlo es otro reto mayúsculo com fue vencer al Madrid. Más que por la entidad del rival guipuzcoano (el más fràgil de los últimos años) o por el embrujo del vetusto Ipurua, porque los granota están por demostrar que, tras el revuelo de un éxito, sepan mantener la humildad y la ambición y no caer en la autocomplacencia, como ha sucedido otras veces. La semana, además, ha estado salpicada de los habituales fastos que se repiten tras cada victoria de prestigio y que está más que demostrado que se revelan contraproducentes: subida de Morales a los altares mediáticos, tras su enésimo golazo, y los clásicos cantos de sirena sobre Campaña: Sevilla (¡y Madrid!) y selección. Lo normal. Y hay que superar la 'arrancà de cavall, parà de burro'. Hacer un buen partido en Eibar pasa por ponerse el mono de trabajo y detener el fútbol vertical de los armeros, mejorando las prestaciones defensivas mostradas en ambas bandas ante el Madrid, algo que no es sólo responsabilidad de los laterales. Y a partir de ahí soñar.

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