El terremoto de la crisis económica y financiera de 2008 sacudió a la mayoría de la sociedad valenciana, incluidas las familias más potentadas como los Noguera, accionistas del fallido Banco de Valencia y del titubeante imperio mediático Prisa. Agnès, la primogénita del empresario Álvaro Noguera, ha vivido en primera persona esta situación que le ha afectado, incluso a nivel judicial como miembro del consejo de administración de la entidad, por la desastrosa gestión de la que fuera la joya financiera de la ciudad de Valencia. Tras el temporal, los puntales del grupo familiar, la constructora Ficsa y la financiera Libertas 7, intentan reflotar unos de los patrimonios más importantes del cap i casal y que todavía tiene una reconocida presencia en Madrid.
Agnès Noguera Borel es hija de fallecido Álvaro Noguera y de Agnès Borel, de origen francés y descendiente de un importante empresario galo, que entre otros negocios disponía de estaciones de servicio repartidas por todo el país. Sus padres le han legado el interés por la cultura. De hecho, la empresaria es licenciada en Historia del Arte, además de en Derecho y diplomada en Gemología y analista financiera. Esta visión de la vida llevó a la familia a constituir la Fundación Libertas 7, que gestiona el museo de figuritas de plomo l'Iber, cuyo director es su hermano Alejandro, y el impulso del Instituto Valenciano de Estudios Clásicos y Orientales.
Su origen francés lo trasladó la familia Noguera Borel a la máxima obra de su constructora Ficsa, de la que es apoderada, con la promoción de Port Saplaya. Una copia de Port Grimaud, un complejo turístico enclavado en las marismas del río Giscle en la bahía de Saint Tropez, en plena Costa Azul francesa. Nada que ver con los mitos que sitúan en Venecia los precedentes de este complejo. La empresa gestiona venta y alquileres de apartamentos en este enclave de Alboraia.
Agnès Noguera ha estado ligada durante toda su carrera a la gestión de las empresas familiares. Es la consejera delegada de Libertas 7 y apoderada en media docena de firmas. Su liderazgo empresarial es discreto y prudente aunque a su vez participa de actividades sociales que le permiten cierta proyección pública, como la vicepresidencia de la Asociación Valenciana de Empresarios (AVE) o la Fundación Etnor para la Ética en los Negocios, entidad de la que es miembro de la comisión ejecutiva. Fue patrona de la Fundación Santillana y miembro de la dirección de Casa Caridad, otra de sus facetas filantrópicas.
En los temas complejos del hundimiento del Banco de Valencia prefirió no ponerse en primera línea, aunque fue una de las inversoras que más fuerte jugó en la asociación ProBanco Valencia (Asociación para Defensa de los Accionistas del Banco de Valencia) que fue muy beligerante contra el FROB y la venta de los activos a CaixaBank. Ha sido la tónica en otras actuaciones delicadas de la familia y que pudieran ser sometidas a una gran presión mediática.
La familia ha estado en el ranking de las cien más ricas de España a pesar de que la crisis del ladrillo y financiera lastraron sus activos. Las aventuras televisivas del Grupo Prisa hundieron al gigante mediático, lo que también ha diluido la presencia de la familia Noguera en sus medios de comunicación con la entrada de capital norteamericano. Fueron los impulsores de la apertura de la delegación de El País en la Comunitat Valenciana, en los últimos meses reducida a la mínima expresión.
También vendieron sus participaciones en la constructora Cleop, bodegas Marqués de Cáceres y en la firma de moda Adolfo Domínguez. Pero sin duda, el negocio que más quebraderos de cabeza le ha traído, como a tantos otros ahorradores e inversores valencianos, fue la quiebra del Banco Valencia. Ahora, como toda la sociedad valenciana, Agnès Noguera y las empresas de su grupo familiar buscan recuperar el tiempo perdido y regresar al puesto en el que estuvieron antes del fatídico 2008.