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Opinión | Tribuna

25 años de la economía valenciana: un sabor agridulce

El análisis del devenir de la economía valenciana en los últimos 25 años deja un sabor agridulce, ya que, si bien un valenciano es hoy un 27 % más rico que en 1990, la distancia que nos separa del PIB per cápita de España ha aumentado y es en la actualidad un 11% inferior, cuando en 1990 era un 2,5 % menor. En otras palabras, somos más ricos que hace 25 años pero más pobres si nos comparamos con el nivel de vida de un español.

¿Qué hemos hecho mal los valencianos para que hoy estemos mucho más lejos del nivel de vida promedio de España? Hay una variable clave para explicar este hecho y es el menor crecimiento de la productividad. Así, en el último cuarto de siglo nuestra productividad por ocupado ha aumentado un 15 %, 5 puntos porcentuales (pp) menos que en España. Este pobre resultado implica que la brecha que nos separa del promedio nacional se ha ampliado, de forma que hoy es un 9 % inferior a la de España, cuando en 1990 era un 6 % menor. Fue en los años de expansión desde finales de los 90 hasta el estallido de la reciente crisis cuando más se amplió dicha brecha.

¿Y qué hicimos mal en los años del boom? Basar nuestro crecimiento en gran medida en actividades poco productivas, como el sector de la construcción. Así, en 2008, justo cuando termina ese periodo de expansión, el sector de la construcción llegó a aportar un valor máximo del 13 % al PIB de la economía valenciana, 2 pp más que en España y 5,1 pp más que en 1990. Desde entonces, el peso de la construcción ha caído a más de la mitad (6,3 %), y la destrucción de ese empleo poco productivo ha contribuido a la recuperación de la productividad agregada. En cualquier caso, no solo es un problema de excesivo crecimiento de la construcción, ya que en la industria y los servicios (que representan conjuntamente más del 90 % del PIB valenciano) nuestra economía es menos productiva que la media nacional.

Varios son los factores que explican que hoy nuestra productividad, y en consecuencia nuestro PIB per cápita, sean un 9 % y un 11 % inferiores, respectivamente, a la media nacional. En primer lugar, el menor esfuerzo inversor en I+D. Aunque ese esfuerzo se ha doblado desde 1995, la ratio I+D/PIB de la Comunitat Valenciana siempre ha sido inferior a la de España y es en la actualidad un 18 % menor (1,02 % vs 1,24 %).

En segundo lugar, los peores resultados de la economía valenciana en términos de la calidad del capital humano también contribuyen a explicar nuestra menor productividad. Nuevamente, los datos muestran una de cal y otra de arena: el número de años medio de estudio de la población en edad de trabajar (indicador habitual de capital humano) ha aumentado, pero ha crecido menos que en España, lo que impide permite recortar la brecha que nos separa de la media nacional.

Otro factor explicativo de la menor productividad de nuestra economía es la menor dotación de infraestructuras. La ratio capital en infraestructuras/PIB siempre ha sido menor en la Comunitat Valenciana y la diferencia se ha ido ampliando desde 1995, hasta situarse 22 pp por debajo de la media.

Pero no solo la productividad del trabajo es inferior en la economía valenciana, sino que también estamos por debajo de la de España en la productividad del capital que indica la capacidad de generar valor añadido a partir de las inversiones acumuladas. Nuestra productividad siempre ha sido inferior a la de España en los últimos 25 años y la distancia, que se había reducido en los años de expansión, ha vuelto a aumentar hasta situarse casi un 9 % por debajo de la de España.

La salida de la recesión ha supuesto un punto de inflexión en la economía valenciana, de forma que la mayor intensidad de la recuperación en la Comunitat Valenciana ha permitido recortar la distancia a la media nacional tanto en términos de PIB per cápita como de productividad del trabajo. Gracias a ello, nuestra tasa de paro, que llegó a situarse 2 pp por encima de la de España en 2013, desde entonces se ha reducido la brecha hasta situarse en 1,2 pp. En cualquier caso, nuestra tasa de paro (22,4 %) sigue siendo superior a la de España (21,2 %).

En este cóctel agridulce aparece otro ingrediente y es que la Comunitat Valenciana ha perdido cuota exportadora en el total nacional desde 1990 (evidencia de haber perdido competitividad), aunque se observa un repunte reciente.

Una conclusión inmediata de este diagnóstico que realizamos en el Ivie con motivo de su 25 aniversario podría ser que «tenemos lo que nos merecemos» o que «de aquellos polvos vienen estos lodos». Y son responsables de la situación actual tanto el sector privado como el público, que no han sabido poner el punto de mira en el largo plazo diseñando un modelo de crecimiento basado en las ganancias de productividad. No obstante, la brecha que nos separa en bienestar y productividad con España podría haber sido menor si los valencianos no hubiéramos sido maltratados en los sucesivos modelos de financiación autonómica. Así, los datos muestran que los recursos por habitante que recibimos del modelo de financiación siempre han sido inferiores a la media (en la actualidad, un 7,5 %). Esta infrafinanciación es lo que explica una parte muy importante de nuestro elevado nivel de endeudamiento (encabezamos el ranking de CC AA con una deuda pública equivalente al 40 % de nuestro PIB, frente al 23,6 % de media), ya que no gastamos más que la media, sino todo lo contrario. En concreto, el gasto por habitante en servicios públicos encomendados a las CC AA es un 17 % menor en la Comunitat Valenciana. La lamentable e injusta paradoja es que somos la única CC AA que, teniendo un PIB per cápita por debajo del de España, somos contribuyentes netos al resto.

Si queremos aspirar a alcanzar el nivel de vida promedio de España, es necesario poner el énfasis en la mejora de la productividad, lo que exige un esfuerzo en todos y cada uno de sus determinantes (inversión en I+D, aumento del capital humano, mejora de las infraestructuras, internacionalización de las empresas, aumento del tamaño empresarial, etc.). Para que desde el sector público se pueda contribuir al cambio de modelo productivo, es necesario que de una vez por todas se ponga fin a la injusticia que supone el modelo de financiación.

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