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Cítricos deformados por el ‘cotonet’. | EMV

OPINIÓN

Un ecologismo deformado

L as deformaciones monstruosas que están empezando a verse con toda su crudeza en nuestras naranjas y mandarinas a causa del Cotonet de Sudáfrica son el símbolo más gráfico de la deformada manera que tienen los políticos de actuar contra las plagas y enfermedades. El ecologismo mal entendido, alejado de la realidad del campo y desfigurado por utópicas filosofías de salón como el gran Pacto Verde, tiene en el experimento del ‘cotonet’ su primer gran fracaso. Miles de agricultores comprueban con estupor cómo los tratamientos tan costosos y reiterativos que han hecho, siguiendo las instrucciones oficiales, no han impedido que buena parte de su cosecha se pierda. Es más, en el caso de los campos más afectados la pérdida será total, del 100%, porque a ningún comprador le saldrá a cuenta seleccionar los pocos frutos sanos. Desde que las administraciones decidieron suprimir el Metil-clorpirifos, no han podido, sabido o querido establecer una estrategia eficaz de control del ‘cotonet’ de Sudáfrica. Han suspendido el examen, pero todavía no he visto a ningún político asumir responsabilidades, mientras los agricultores pagan los platos rotos de sus errores. Si el año pasado fue mal, este será peor. Y por lo poco y decepcionante que nos cuenta la clase política, no sabemos con certeza la estrategia que habrá en la próxima campaña y siguientes. A la espera de ver las futuras actuaciones, que son absolutamente necesarias porque lo que ha habido hasta ahora es evidente que no funciona, hemos reclamado a la consellera de Agricultura, Mireia Mollà, que establezca indemnizaciones para todos aquellos citricultores que tengan, al menos, un 20% de sus frutos afectados por el ‘cotonet’ de Sudáfrica. Nuestra batería de reivindicaciones, además, abarca propuestas referentes tanto a la lucha biológica como al uso de materias activas. En esta pesadilla no podemos dejar de mencionar el papel de la Unión Europea –con su política suicida en materia fitosanitaria y a la vez hipócrita porque no exige reciprocidad a las importaciones de países terceros– y del Gobierno español –incapaz, para empezar, de evitar la entrada de la plaga por un puerto nacional–. Es obligación del ministro Luis Planas trazar con el resto de administraciones implicadas una hoja de ruta viable y con visos de éxito. Lo contrario es incompetencia, dejadez y cobardía.

Un ecologismo deformado

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