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Agua y fuego

Salió toda, que no es poco, a pesar del agua. Antonio Pérez Aranda y su sobrino Miguel Pérez Carmona (hijo de Pepe, que disparó cuatro años en Fallas, fallecido en 2013), lo tuvieron complicado: con lluvia, en un día desapacible y con menos público. Tenían montado todo cuando llovió. Y se mojó, claro. A pesar de llevar los estopines plastificados, el agua penetró por las ataduras de los «bufots». Lo aéreo, menos expuesto, al ir concentrado fue más fácil de tapar. La mascletá de cuerdas, pues, desplegada, quedó al albur climatológico. Los inicios aéreos quedaron limpios. Sin marcaje y se pasó a tierra.

En las dos primeras retenciones se hizo patente que el agua, efectivamente, había hecho mella: fueron muy lentas, casi agónicas. Las mechas se habían mojado, sí, pero, sin embargo, el fuego no se llegó a parar en ningún momento. La firma Accitana (María Angustias Pérez, que es como actuaron en Valencia hasta 2015), había preparado varias «pegas» (guías o mechas de seguridad), que no tuvieron que ser usadas. Para el tercer fuego terrestre lograron que aquello cogiese brío, y en el cuarto y quinto, ya con más carga, la cosa parecía prácticamente normal. Muy meritorio. El terremoto se conectó de forma natural, con estopín. Pero en su entrada, eso sí, se volvió a evidenciar que aquello, a pesar de funcionar, estaba húmedo, y el final terrestre se retrasó, fisurando este punto, pero luego funcionó muy bien hasta su fin. Estos granadinos, quedó claro, pueden hasta con la pólvora mojada.

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