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Alfons Padilla
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A. Padilla
La calle la Pau de Llíber es archifamosa. Los vecinos la han adornado con preciosas flores. Cada primavera acuden muchos curiosos a tomarse fotografías. Pero también hay arte escondido, subterráneo. Carl y Nila, dos residentes de esta calle, quisieron jugar con los visitantes. Colocaron debajo de las rejillas de los pluviales paneles cerámicos. No entorpecen el paso del agua de lluvia. Quienes pasean se sorprenden al descubrir que allí, bajo sus pies, también hay belleza. Los sumideros, elementos urbanos a menudo desagradables, se redimen en Llíber. También hay que levantar la vista, claro. Este pueblo tiene un no sé qué especial.
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La calle la Pau de Llíber es archifamosa. Los vecinos la han adornado con preciosas flores. Cada primavera acuden muchos curiosos a tomarse fotografías. Pero también hay arte escondido, subterráneo. Carl y Nila, dos residentes de esta calle, quisieron jugar con los visitantes. Colocaron debajo de las rejillas de los pluviales paneles cerámicos. No entorpecen el paso del agua de lluvia. Quienes pasean se sorprenden al descubrir que allí, bajo sus pies, también hay belleza. Los sumideros, elementos urbanos a menudo desagradables, se redimen en Llíber. También hay que levantar la vista, claro. Este pueblo tiene un no sé qué especial.
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La calle la Pau de Llíber es archifamosa. Los vecinos la han adornado con preciosas flores. Cada primavera acuden muchos curiosos a tomarse fotografías. Pero también hay arte escondido, subterráneo. Carl y Nila, dos residentes de esta calle, quisieron jugar con los visitantes. Colocaron debajo de las rejillas de los pluviales paneles cerámicos. No entorpecen el paso del agua de lluvia. Quienes pasean se sorprenden al descubrir que allí, bajo sus pies, también hay belleza. Los sumideros, elementos urbanos a menudo desagradables, se redimen en Llíber. También hay que levantar la vista, claro. Este pueblo tiene un no sé qué especial.
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La calle la Pau de Llíber es archifamosa. Los vecinos la han adornado con preciosas flores. Cada primavera acuden muchos curiosos a tomarse fotografías. Pero también hay arte escondido, subterráneo. Carl y Nila, dos residentes de esta calle, quisieron jugar con los visitantes. Colocaron debajo de las rejillas de los pluviales paneles cerámicos. No entorpecen el paso del agua de lluvia. Quienes pasean se sorprenden al descubrir que allí, bajo sus pies, también hay belleza. Los sumideros, elementos urbanos a menudo desagradables, se redimen en Llíber. También hay que levantar la vista, claro. Este pueblo tiene un no sé qué especial.
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