Esta mañana me ha sonado el móvil muy temprano. Era mi madre: «¡Montse, Montse, que esta tarde nos vacunan! Nos ha llamado la enfermera, y por fin nos la ponen!». Y yo la he felicitado, como si le hubiera tocado la lotería, mientras se me ponía el vello de punta y se me hacía un nudo en la garganta de la emoción. Y es que mis padres han sido muy afortunados de llegar hasta aquí sin haberse contagiado. Otros muchos, por desgracia, no han tenido esa suerte. Y ahora, a la espera de su segunda dosis, ya estamos un poco más tranquilos y más cerca de poder volver a abrazarnos como antes. ¡Ese sí que será un gran premio!.