Los tiempos han cambiado mucho desde la aparición de las redes sociales.

Pero hay que entender que no es oro todo lo que reluce, que todo lo que vemos es apariencia y que detrás hay un enorme manto de trastornos y sentimientos nocivos para la salud mental. Los jóvenes hemos vivido el paso y la incorporación de las redes. Ahora bien, la felicidad no puede depender de lo aparente, las ideas no pueden verse manipuladas y el camino moral a tomar no es el que prediquen unos pocos. Aquí entraría en juego el relativismo ético, ya que no existe una verdad absoluta o una única dirección ética. Pero el poder de los prescriptores en redes es tan grande que cada vez más personas siguen determinadas doctrinas o ideas sin haber hecho anticipadamente un juicio propio.

Las redes son una buena herramienta de aprendizaje, la mejor que hemos tenido hasta la fecha. Pero a su vez requieren de mucha responsabilidad debido a que el exceso de información nos lleva indudablemente a la desinformación. Por ende, hay que ser más selectivos que nunca con los datos que recibimos y debemos vernos obligados a contrastarlos. Y esto es algo muy positivo a nivel personal, ya que cada vez más aprenderemos a desarrollar herramientas de selección y comprobación.