En el diario del pasado día 1 de agosto, el redactor J.C. Martí publicó un interesante artículo sobre el trinquete Pelayo. En el arranque de dicho artículo, el señor Martí cargaba contra lo que él considera «el desvarío de la caverna» refiriéndose a todos los que no pensamos como él respecto a la remodelación de La plaza de la Reina. Pues bien, la caverna debe ser enorme pues hay cierto clamor popular de desagrado ante la referida actuación; incluidos algunos redactores de ese diario. Está claro que la cuestión de gustos es subjetiva, a algunos les gustará y a otros no nos gusta, pero hay otros aspectos más objetivables, como pueden ser el pavimento tan claro que se ha puesto en una ciudad de fuerte in insolación como Valencia; la situación de unos supuestos umbráculos donde no se han dispuesto bancos para sentarse, estando estos situados a pleno sol; el efecto de bosque de postes en la plaza; la colocación de farolas metidas en los olivos de la parte de la Catedral; el jalonamiento a ambos lados de contenedores de residuos, relucientes éstos días, ya veremos dentro de unos meses, la falta de vegetación y no vale la excusa del aparcamiento pues se podrían haber puesto arriates con plantas de flor y pequeños arbustos, aromáticas, etc. En fin se pueden decir muchas cosas de la plaza pero me gustaría remarcar que todo lo que es «modernidad y diseño» no implica necesariamente que sea bonito y útil. Una obra pública debe ser bella y útil para los ciudadanos que tienen que hacer uso de ella.