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El ascenso de Salva

El ascenso de Salva

Este es el ascenso de Salva Regües. O al menos en estos momentos me quiero acordar de él. De ese levantinista entregado, de ese hombre todo corazón al que un día le falló eso, un corazón que estalló porque era tan grande que no le cabía en el pecho. Y nos dejó huérfanos de su maestría, de su amena charla, de su certero análisis y de sus sabias columnas.

Lo que habría disfrutado Salva este temporada con las paradas de Raúl Fernández, aunque también estoy seguro de que le habría enviado algún «recado» por alguna que otra salida a por uvas del guardameta vasco. Y estoy convencido de que hablaría hasta no parar de esa valla que han levantado Pedro López, Postigo, Chema Rodríguez, Róber Pier y Toño, los habituales integrantes de una defensa que ha marcado una raya que dificilmente han podido traspasar los rivales.

Y le caería la baba con Campaña. Y es que Regües tenía buen paladar para el fútbol, no solo -que también- para la mesa y el mantel. Que vaya elegancia que tiene, que posee un guante en vez de un pie€ Y lo mismo de Espinosa. ¿Y qué diría de Natxo Insa? Pues que vaya par de€ pulmones los del de Cocentaina, qué cantidad de campo cubre o que se ha echado el equipo a sus espaldas cuando las cosas se han torcido.

Y como era un polemista que era capaz de llamarte para protestar hasta por cómo habían degenerado los guiones de «Cuéntame cómo pasó» -que hasta en eso gastaba sus energías, ¿verdad Peio?- me jugaría una nómina, y no la perdería, apostando a que a Salva se lo llevarían los demonios con un Morales capaz de vertiginosas galopadas por la banda pero también de frustrantes partidos. Pero argumentaría también que en Primera el madrileño tendrá esos espacios que en Segunda no disfruta porque los equipos convierten los campos en diminutas canchas de fútbol sala a base de presionar, agobiar y atosigar.

¿Y de Roger?, ¿qué diría de ese estilete que este ejercicio se ha consagrado como un auténtico goleador? Ya estaría dando la tabarra a Quico Catalán para que, ni de broma, suelte al delantero de Torrent, salvo que venga un equipo inglés, chino o de Madagascar con la pasta de su cláusula por delante. Porque estoy convencido de que pensaría que si Roger es capaz de marcar en Segunda, también lo será de hacerlo en Primera, que el que ha demostrado que es un depredador en el área no se le puede olvidar de la noche al día.

Pero como fino analista de la actualidad azulgrana no iba a pararse solo en lo deportivo. El levantinismo le debe mucho a Regües porque, sin ir más lejos, le debemos que gracias al Grupo de Opinión Levantinista que fomentó comenzó a tambalearse el régimen de un Pedro Villarroel, al que hay que agradecerle que pusiera los cimientos de un ambicioso club pero que también dejó prácticamente en los huesos, ayudado por una camarilla de aduladores desaprensivos que eran incapaces de llevarle la contraria porque, entre otras razones, vivían de su generosidad.

Y nuestro Salva lo denunciaba en este diario que, junto a él, alertaba de las barbaridades que se producían y las que se veían venir. Otros, no solo miraban hacía otro lado si no que jaleaban al villarroelismo. Después, sin ningún tipo de sonrojo, cambiaron de bando y apuñalaron al entonces máximo accionista.

Y ahora estaría como mínimo vigilante, alabando lo mucho que ha hecho Quico Catalán por el Levante pero alzando su voz denunciando sin ataduras las cosas que se han hecho mal y que han provocado que ahora estemos hablando de un ascenso a una categoría que no debimos perder.

Pero Regües era así, iba de frente y no se casaba con nadie. Y hoy estaría festejando el regreso a la categoría de los grandes, porque en el fondo, como dice su mujer María José, era un niño encerrado en un corpachón grande. Yo no soy de los que piensan que Salva, como se suele decir, lo está viendo desde algún sitio, llámese cielo, limbo o eternidad, tampoco me importa mucho, la verdad. De lo que estoy seguro es que se lo está pasando de coña. ¿A que es así, Salva?

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