El camino de bajada tiene una pendiente muy constante y marcada, pero una señal nos advierte de la cercanía del Balneario de los Hervideros de Cofrentes, con campo de golf y hotel a la vera. El balneario es un conjunto de edificios muy Belle Époque, con capilla, un tren verde, el bosque y la maravillosa malla de caminos y sendas que lo relacionan con el Cabriel, el embalse, la muela de Cortes y todos los tensos y vibrantes alrededores. Tres clases de agua tiene el balneario, pues estamos en un lugar de viejos vulcanismos y alguien (no sé con qué títulos) me dijo que la raíz «ay-» alude a la mineralidad. En los montes cercanos hay vetas de verde cúprico y de rojo ferroso. Guardia Civil caminera patrulla en torno a las torres de refrigeración de la nuclear. Pero tenemos cama y mesa preparada en Ayora.

Balneario de los Hervideros de Cofrentes. | L-EMV

Ayora tiene pujos de ciudad, y con todo el derecho, pues su tamaño y población resultan sorprendentes a la escala del Valle, y aunque el castillo esté muy carcomido, sigue penetrando en Castilla y teniendo al Castellar de Meca (fortaleza muy antigua, con la vía de acceso marcada por profundas rodaduras) como guardiana del boquete de Almansa. He subido unas cuantas veces al Castellar y comido, a mitad del ascenso, patatas a lo pobre y huevos cocinados a leña y bendecidos por un tinto con mucho tanino, con mis amigos apicultores (la fiesta del corte de la miel es el fin de semana de la Pilarica). Pero ahora el Castellar sólo es visitable el domingo por la mañana. Cerca de Ayora, en Bicorp, está la primera representación de un colmenero en plena faena: de seis a ocho milenios de antigüedad. Es el símbolo más poderoso del Museu Prehistòric de la Beneficència.

Una de las calles de la localidad de Ayora. | L-EMV

Los Altos: azul y blanco

Es viernes por la tarde y la plaza mayor, centro del ensanche renacentista de Ayora (El Hueco: nació del rellenado del foso), bulle. Fermenta la chavalería en las terrazas y juegan los niños en el mercado. El comercio no tiene prisa por cerrar. La dieta cristiana del tocino es glorificada por un encantador mural cerámico en la carnicería Tina. Los Altos, el casco antiguo, azul y blanco, no tiene desperdicio ni pérdida: una raya roja pintada en el suelo indica el camino a seguir, aunque en torno a la calle de la Marquesa de Zenete estén el ayuntamiento, el auditorio, la iglesia, alguna plazoleta encerrada y hasta un palacio barroco. El grato parque de los Morerales (con patos) resultó de la ordenación de un espacio de huertas arrasadas por la riada del 82.

Ayora tiene un buen servicio de casas rurales y restaurantes. Volveremos con más tiempo, pues ahora tenemos que enfilar la ruta de Alpera (a mitad de camino está la desviación al Castellar íbero). El cielo azul se amuebla con algodones blancos y los trigales son una deliciosa parva verde. Aquí también hay pinturas rupestres (la Vieja) y unos vinos que le sorprenderán (Santa Cruz).

(Articulo publicado por primera

vez el 24-05-2012)