Aunque tú no lo sepas, seguro que alguna vez has probado las milhojas de Montesol. Son famosas porque, además de que en la mayoría de restaurantes valencianos las ofrecen de postre, tienen una textura sin igual: la suavidad de su crema pastelera cuando explota su sabor en el paladar.

Pero, ¿dónde se hace este monumento a la artesanía pastelera, este mar infinito de sabor a dulce? Desde 1966, en el corazón del valenciano barrio de Monteolivete se encuentra la pastelería Montesol. Antes de que salga el sol, tal y como ya hacía su padre, el maestro pastelero Ángel Ferrer se introduce en sus hornos, un auténtico laboratorio en la creación de pasteles.

Ahora, en plena campaña de Navidad, hay un producto que destaca por encima del resto: sus milhojas. Un pastel elaborado sobre un hojaldre con mantequilla de suprema calidad que es horneado a baja temperatura para conseguir una textura extra crujiente y con el que se extiende una fina capa de crema pastelera. Encima de esa base, se coloca una nueva tapa de hojaldre y se decora con azúcar glas. Cada capa de hojaldre se prepara con mucho tacto, logrando así una textura que se deshace en el paladar con cada bocado.

Los maestros pasteleros Ángel Ferrer, padre e hijo Levante-EMV

Tradicional pastelería

El relleno de crema, suave y untuoso, se elabora con ingredientes de máxima calidad para ofrecer un sabor inigualable con una pareja de baile perfecta: el hojaldre. Este delicioso postre, cuyo origen se remonta a la tradicional pastelería francesa, ha encontrado en la tierra valenciana su versión más exquisita y auténtica gracias a la artesanía de Montesol.

Ángel Ferrer, segunda generación de pasteleros al frente del negocio, ha heredado de su padre las formas exquisitas de trabajar el pastel. Una familia que ha elevado el postre a una calidad de obra de arte. Cada milhoja es una obra de arte comestible, donde la presentación impecable resalta la dedicación y la pasión que el pastelero Ángel Ferrer vierte en cada una de ellas.

Él lleva haciendo este pastel desde hace mucho tiempo, pero en los últimos años ha disparado su producción debido a la popularidad que ha ido cogiendo. "Se trata de un poste que gusta a todo el mundo, el que lo prueba repite", señala el maestro pastelero. Otro de los misterios de este dulce es que no está expuesto en el mostrador, "nunca las hemos tenido expuestas, siempre se han venido por el boca a boca. Nadie podrá decir que las ha visto en nuestro mostrador porque nunca las sacamos. Y siempre las terminamos en el momento que nos las pide el cliente".

En estas fechas navideñas los encargos se acumulan y en la mayoría de ellos hay una bandeja de milhojas: "Es un producto que tiene muchas ventajas, ya que es sencillo de almacenar, fácil de transportar y no necesita refrigeración", explica Ángel.

Milhojas Levante-EMV

Elaboración artesanal

La elaboración es totalmente artesanal, desde la preparación de la masa, pasando el trabajo de estirar e ir doblando una y otra vez el hojaldre, por el corte de cada una de ellas y finalmente su relleno que también puede ser de chocolate. A este pastel hay que sumarle los clásicos de estas fechas entre los que destacan los turrones, las trufas y también el panettone, un dulce que ha aumentado su popularidad exponencialmente en los últimos años.

Por las manos de los Ferrer han pasado miles de estos hojaldres que ahora triunfan y estarán presentes estas navidades en muchas mesas de València. Más allá de ser un dulce de moda, se han convertido en un símbolo de la excelencia en la repostería valenciana, llevando consigo el sello único de una pastelería comprometida con la tradición y la innovación.