Sin estar todavía recuperado del final de la tercera temporada de «True Detective», entro en el cine para deleitarme con la flamante ganadora del Oscar a la mejor película del año, que según el mundo académico norteamericano es Green Book. Lo hago animado por la estatuilla dorada porque los premios, además de subir el caché y el ego artístico de sus ganadores, sirven sobre todo para invitar a los espectadores a las salas. A Green Book ya la tenía en mi lista de cosas por hacer, pero así ganó prioridad sobre el resto y qué bien, porque su digestión me ha resultado deliciosa.

Ambas maravillas audiovisuales, la serie de HBO y la cinta galardonada, están protagonizadas por Mahershala Ali, el actor del momento, el Denzel Washington del s XXI, eso sí aumentado en cuanto a matices interpretativos y reconocimientos, porque lo que interpreta llega y lo hace con una credibilidad tan increíble que ya la querrían muchos políticos en sus campañas. Verlo en la pequeña pantalla como investigador atormentado por un pasado sin resolver, resulta hipnótico; disfrutar de su presencia como una eminencia del piano en la América racista de los 60 en la cinta de Peter Farrelly, es una experiencia agridulce de obligado visionado. ¿Por qué Green Book y no Roma o Ha nacido una estrella? Porque el odio a lo distinto está tristemente de plena actualidad, porque historias bien contadas como esta son las que nos invitan abrazar la diferencia. En un momento en el que el auge de los movimientos ultraderecha a nivel global se empeña en hacer retroceder a nuestra sociedad en derechos y libertades, bienvenido sea este libro verde que nos recuerde de una forma amena lo peor de nuestro pasado reciente para que nunca más suceda en el presente.