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Drácula no podía faltar

Drácula no podía faltar

Una nueva exposición llega en unos días a la sede madrileña del museo que tendremos en un futuro no muy lejano en el Ágora: «Vampiros, la evolución del mito», coincidiendo con la última adaptación de la novela «Drácula». Desde que Bram Stoker convirtió las leyendas centroeuropeas sobre seres chupasangres en un clásico de la literatura, las andanzas de estas criaturas nocturnas han sido llevadas al cine y a la televisión tantas veces que no caben en esta columna, a la espera de que la serie de las «Crónicas vampíricas» de Ann Rice sea una realidad, 25 años después de la película con Tom Cruise, Brad Pitt y Antonio Banderas como Lestat, Louis y Armand, respectivamente; ídolo este último, por cierto, de Guillermo, el criado de Nandor en «Lo que hacemos en las sombras», la extravagante y divertida producción de FX/HBO en formato de falso documental sobre las tribulaciones de cuatro vampiros que comparten casa en Staten Island, a partir de la película del mismo título.

La nueva «Drácula», de Mark Gattis y Steven Moffat, creadores de «Sherlock», ha llegado a Netflix desde la BBC en tres capítulos de hora y media. En el primero, Jonathan Harker llega al terrorífico castillo de Transilvania para revitalizar al siniestro conde (Claes Bang), un ser cruel, sin compasión ni remordimientos, nada romántico, que no solo bebe sangre para alimentarse, sino que se queda con las vivencias y hasta con la lengua hablada por su víctima, un rápido e infalible método para aprender idiomas, sin duda. El viaje a Inglaterra del segundo episodio es una entretenida encerrona para los tripulantes y pasajeros del 'Deméter'. Es la tercera y última entrega la más alejada del espíritu decimonónico al adentrarse en el siglo XXI, con una científica esperándole en la playa a los pies de la abadía de Whitby para clavarle unas agujas. Es Zoe Van Helsing, descendiente de la hermana Agatha, monja por conveniencia, sin fe y sin miedo a la muerte, con quien Drácula se enfrentó 123 años atrás y con quien comparte objetivo: comprender la naturaleza del inmortal.

Las Van Helsing son lo mejor de esta versión con un interesante final y un convincente y bastante aterrador conde, aunque no nos hará olvidar al Gary Oldman que cruzó océanos de tiempo para encontrarse con su amada Elizabetha, reencarnada en Mina (Winona Ryder), la prometida de Jonathan (Keanu Reeves). En cualquier caso, si decide verla, ya sabe, «entre usted libremente y por su propia voluntad».

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