El lema olímpico en latín que podemos traducir como «más rápido, más alto, más fuerte» nos recuerda el interés que despierta el hecho de batir un récord, ya sea en los deportes o en los descubrimientos científicos. No es de extrañar que hace unos días, al hacerse público que se había descubierto la estrella más masiva conocida hasta la fecha, la noticia saltara a diferentes medios de comunicación, y apareciera —al menos durante algunas horas— como la más leída en sus ediciones digitales. Un equipo de astrónomos dirigido por Paul Crowther, profesor de astrofísica de la Universidad de Sheffield, en Reino Unido, ha utilizado el Very Large Telescope (VLT) en Chile, así como información de archivo del Telescopio Espacial Hubble, para mostrar que han descubierto las estrellas más masivas conocidas hasta la fecha. La mayor de todas, que de momento tiene el anodino nombre de R136a1 (más propio de los androides de «Star Wars»), pesó al nacer 320 masas solares. En el momento en el que ha sido observada su masa se había reducido a 265 veces la masa del Sol, ya que ha transcurrido algo más de un millón de años desde su nacimiento. Como explica el prof. Crowther, «estas estrellas, al contrario que a los humanos, pierden peso con la edad, ya que parte de su masa es expulsada en forma de potentes vientos estelares». Este monstruo estelar es millones de veces más luminoso que el Sol. Las estrellas tan masivas se forman únicamente en entornos extraordinariamente densos, muy diferentes a nuestro —relativamente apacible— entorno cósmico. Si R136a1 estuviera a la distancia de la estrella más cercana a la Tierra, Próxima del Centauro, brillaría prácticamente como la Luna llena y haría muy diferente nuestro cielo nocturno.

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