Los sentimientos también se globalizan, y hoy la mayor parte de la compasión humana va por la red de ondas hertzianas formando una especie de ionosfera compasiva, algo pegajosa pero cálida, que envuelve el planeta azul. Sus materiales son los de toda compasión: una taza de solidaridad de la mejor clase, otra de sentimiento de culpa, una cucharada de hipocresía y un excipiente de la angustia propia que busca disolverse en la ajena. Así de ambivalentes y equívocos son siempre los sentimientos, y bien está: es lo que hay. Ahora, los 33 mineros son otras tantas piezas de fruta para la exprimidora mediática, y con su jugo harán caja los medios y campaña los anunciantes, pero quien se escandalice recuerde esto: si no es por los medios, y la alarma social mundial creada desde el primer día, tal vez no se hubiera montado el colosal operativo y los mineros habrían quedado bajo tierra.