Ilusos al estilo de los padres de la Ilustración „primero francesa, luego inglesa y pendiente todavía la española„inventaron el hermoso cuento de hadas de la justicia basada en la solidaridad, en darle más a quien menos tiene y al contrario. Carlos Marx, cuyo solo nombre produce urticaria en buena parte de los articulistas de este país, dijo aquello de que a cada cual se le asistirá según sean sus necesidades. Si se le pregunta a cualquier autoridad actual en el ejercicio de su cargo en qué medida se trata de ideas aceptables dirá de inmediato „siempre que no se le recuerde el marxismo„ que la justicia distributiva es el fundamento del Estado de Derecho aunque puede que no utilice esas mismas palabras. Pero luego, la Agencia Tributaria publica sus cifras. El pasado año, las empresas pagaron en promedio el 11,2 % de sus beneficios, menos aún que esa especie de caramelo fiscal utilizado por Irlanda para acoger fortunas. Comparar tales números con los de la renta de las familias es difícil porque hablar de beneficios cuando uno tiene que ajustar el sueldo a los costes de la vida intentando llegar lo más cerca del fin de mes resulta hasta hiriente. Pero no nos pongamos pejigueros. Limítese usted a recordar qué parte de sus ingresos, que no de sus beneficios, se llevó Hacienda el año pasado. No vale echarse a llorar.

Según nos cuentan, la razón por la que las empresas pagan tan poco y, encima, en proporción inversa a su tamaño, reside en parte en los beneficios fiscales que el Estado les da para mantenerlas contentas „que tampoco„ y en otra parte en los artilugios contables y extracontables „que esos sí que dan mucho gusto. Los ajustes por consolidación, la amortización de activos, las exenciones y las bonificaciones „la fontanería fiscal, vamos„ es el pan nuestro de cada día para las multinacionales que todavía pagan algo en nuestro país. No es raro que el Gobierno se haya gastado casi tres millones y medio de euros para explicar por carta a los pensionistas la suerte que tienen y lo bien que viven. Las películas más caras que hay son las de ciencia ficción.

Dicen que los planes gubernamentales pasan por endurecer la exigencia de impuestos a las grandes empresas que, hoy por hoy, son las que pagan menos. Permítaseme que dude de semejante gesto porque, a juzgar por la historia reciente, cuesta trabajo creerse el maquillaje. ¿Recuerdan la amnistía fiscal que permitió a los defraudadores regularizar el dinero negro pagando un 10 %? Los cálculos del Gobierno hablaban cuando se trataba de dorarnos la píldora de 25.000 millones de euros a aflorar. No es una cifra a ojo de buen cubero; la ley de los presupuestos generales del Estado consignó para este año ese 10 %, 2.500 millones de euros. A mitad de año, Hacienda había recaudado 52. Como tales dineros son imprescindibles para cuadrar el déficit, ¿de dónde saldrá la diferencia? Por supuesto que del bolsillo de las familias. Como para organizar una misa en la plaza madrileña de Colón.