Me confieso seguidor de Vicent Baydal. Existe una gran distancia del posicionamiento político de Baydal al mío. Él se declara de izquierdas yo nunca he creído en las fuentes filosóficas de las que bebe la izquierda. Aun hay más diferencias. Es un intelectual y yo me esfuerzo por llegar a serlo algún día. Es un historiador prestigioso y yo no soy más que un humilde abogado apasionado amante de lo acontecido en el pasado. Él propone una idea sugerente de construcción nacional valenciana que parte desde luego de una base histórica pero que se asienta en el reconocimiento del sujeto político valenciano desde una concepción privativa. Yo percibo la realidad valenciana como la de una nacionalidad singular pero suscrita por la fuerza de la costumbre los hechos y el tiempo al contexto español. En el marco de un Estado que la contempla y que debe respetar su autogobierno plasmado hoy en su constitución autonómica. Vicent Baydal cree decididamente en el pueblo valenciano y yo también. El pueblo valenciano como exponente de la acumulación de intereses de sus gentes pero como la relación profunda entre personas distintas; como un entramado colectivo diverso con una identidad original propia y posible.

Vicent Baydal es una bocanada de aire fresco. Transpira consenso y tolerancia por los cuatro costados y no solo „que también„ en lo relativo a la pluralidad identitaria, simbólica u onomástica. Consenso del elemental del que se tiene interiorizado que las ideas las crean las personas para mejorar sus vidas y no por el contrario para que las personas acaben esclavas al servicio de esas ideas. Voluntad de consenso válido para la articulación del refuerzo de una idea de sociedad valenciana que crezca en torno a la defensa de nuestras justas reclamaciones. De la defensa de nuestro ámbito, pero sobre todo de las necesidades de los ciudadanos las valencianas y valencianos que moran en nuestro territorio. Consenso básico que pueda servir de dique de contención en defensa de nuestro autogobierno un derecho primigenio de los valencianos que en sí mismo representa nuestro existencia como pueblo desde hace ocho siglos.