Que el mundo fue y será una porquería, ya lo sé... (¡En el quinientos seis y en el dos mil también!). Que siempre ha habido chorros, maquiavelos y estafaos, contentos y amargaos, valores y dublé»... Seguid con la letra, que no tiene desperdicio.

¿Recordáis Cambalache, tango escrito y musicado por Enrique Santos Discépolo? Pues, recordadlo. Como diría un castizo, es una pasada. Esa letra lo dice todo sobre la situación, económica y social, que estamos viviendo. Se refiere al siglo XX, porque se escribió en la primera mitad de la pasada centuria, pero sigue vigente.

Resulta curioso observar cómo una canción, perteneciente a la denostada música ligera, puede ofrecer tantos aciertos en su visión del mundo. Una visión entre sociológica e intelectual que llega con facilidad al corazón y a la cabeza del ser humano, a poco que sepa escuchar atentamente. Y si todo ello se encuentra envuelto en la voz especial de Carlos Gardel, para qué os cuento.

Mientras los españoles lo hemos echado todo en el lamento flamenco y los amoríos de la copla, en historias populares de la zarzuela y en alguna presencia de canción protesta, los argentinos, especialmente los porteños, se lanzaron a cantar tangos, cuidando sus letras intencionadas de la misma manera que miman su propia lengua, que es la nuestra.

Os lo digo de verdad. Teniendo Cambalache en el recuerdo, me siento escasamente animado a escribir sobre este marrón que nos han dejado entre unos y otros. Me da la sensación de que ya está dicho lo que se tenía que decir. Lo mismo me sucede muchas veces si acudo a los filósofos griegos: ¡ostras, si ya lo dijeron estos tíos!

El vocablo me suena a mercadillo de antigüedades y objetos varios, con frecuencia afanados y no comprados. Recurro al diccionario de la RAE y me facilita cinco definiciones: «Cambalache (de cambiar). 1. Trueque, considerado con desprecio, jactancia, satisfacción, pesar u otro movimiento del ánimo que se expresa por el tono y el contexto. 2. Trueque hecho con afán de ganancia. 3. Trueque de diversos objetos, valiosos o no. 4. Trueque, con frecuencia malicioso, de objetos de poco valor. 5. Prendería (en Argentina, Paraguay y Uruguay), tienda en que se compran y venden prendas, alhajas o muebles usados».

A pesar de todo, a pesar de tanto cambalache, aquí estamos, y tenemos que hacer frente a la maravillosa realidad que nos han creado los chalanes de turno. No sólo desde la óptica económica, sino también „y sobre todo„ desde el punto de vista social y psicológico. Hay que reír, reírse de todo, de los codiciosos, de los «moniatos», de nuestra penuria, de nosotros mismos. Difícil proyecto, pero debe intentarse por pura higiene.

Concluyamos con otro tango famoso, también de Gardel y Discépolo: «Verás que todo es mentira, verás que nada es amor, que al mundo nada le importa, Yira... yira»...