Papá Noel o Reyes Magos? Casi al mismo rango que el nombre o el colegio elegido, una de las decisiones que dejan más huella en el futuro de los niños „y de sus descendientes futuros„ ha sido siempre la que sus padres adoptan en torno a estas fechas relevantes en el mundo del consumo: permitir que disfruten de sus juguetes nuevos durante toda la Navidad, o tratar de conservar el tempo en el mito religioso de los de Oriente. Se acerca de nuevo el periodo navideño con sus inconfundibles señales, pero lo cierto es que parece como si cada vez lo hiciera antes de cumplirse los 365 días, impulsado por un capitalismo que poco a poco nos deja el calendario huérfano de días sin significado. De esos días en los que compramos sin emociones de por medio.

Ya con un Halloween que ha ido creciendo hasta convertirse casi en rito especialmente para los más jóvenes, ávidos de nuevas y disruptivas no-tradiciones, este año lleva el camino de consolidar otra de esas excusas para que acabemos comprando aquellas cosas que necesitamos o deseamos, o ni eso: el Black Friday. Una celebración comercial que destroza cajas registradoras allende los mares, un día de grandes descuentos desconocido en España hace unos años, y al que este pasado viernes se unían los comercios y consumidores de hasta el último rincón de la Comunitat Valenciana. A algunos les resultará también extraño encontrarse este próximo lunes con tiendas online, en este universo digital, con otro cartel parpadeante en sus páginas web anunciando ofertas incomparables bajo la excusa del Cyber Monday, nacido en 2005. No hace falta mucha imaginación para garabatearlo convertido en una tradición más para dar movimiento a nuestras carteras, como culminación de un «puente» completo de ofertas. Y es que uno de los efectos más palpables de esta nueva economía hiperconectada es la estandarización universal del consumo, algo que iremos viendo a una velocidad aún más exponencial en los próximos años. Porque en lo digital no hay fronteras, y las generaciones crecen observándose e imitándose, hasta trasladar sus similitudes al propio entorno físico.

Y eso mueve a marcas y empresas relevantes a querer aprovecharse de la cada vez menor diferencia entre países y continentes de sus consumidores objetivo. Días que próximamente no solo hablarán inglés, sino también chino, y que ya no solo entenderán de compartir el amor, sino que harán ojitos incluso a la soledad. Porque el Día del Soltero es otra de las alternativas comerciales que a buen seguro pronto darán un sentido universal al 11 del 11, más allá de una China.

Entre los San Valentín, Día del Padre, Día de la Madre, cumpleaños, aniversarios, fines y principios de año, celebraciones religiosas y demás excusas comerciales, pronto el consumismo hará que no nos quepa el calendario en el bolsillo. Al fin y al cabo, consumimos, luego existimos.