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Los 1.700 años de la muerte de san Valero

Desde Russafa se podía llegar al mar por los diferentes canales que su huerta y marjal tenían. Por este lugar tentó Jaime I la ciudad antes de conquistarla y aquí se produjo las primeras escaramuzas. Era una zona rica en hornos, casas y molinos, en feraz huerta. Plantó tienda el monarca aragonés en el solar del hoy convento de los Angeles, deshabitado de religiosas y repoblado por franciscanos. Era el punto un altozano desde donde se divisaba todo el jardín que cantara el poeta Al Russafi y la entones cercana Albufera. Pasaría luego a instalarse en un caserón de la calle de la Cruz número 32. Sería independiente el poblado hasta 1877 en que fue anexionado a la capital.

Jaime I quiso dedicar la Iglesia del Lugar a san Valero y san Vicente mártir, fundamento de la Iglesia en Valencia en agradecimiento a que fue favorecido en su campaña militar sobre Valencia. La Parroquia fue erigida en 1239. En 1415 se incendió la primitiva iglesia. En el siglo XVII comenzó a construirse la nueva, que concluirían en el XVIII, con su famosa torre, icono del barrio con el nombre de Catedral de Russafa.

Cúmplese este año los 1.700 años „ y no creo por desgracia que se le haga mucho caso a la efeméride, pues para el oficialismo esto no debe ser cultura, historia o traición„ de la muerte de san Valero, el obispo de Zaragoza detenido junto con su diácono san Vicente Mártir. El obispo Valerio o Valero, a pesar de su tartamudez, despuntó en los primeros años del cristianismo en España predicando con serenidad y firmeza el Evangelio, hasta el punto que Daciano, gobernador de la Hispania con residencia en Valencia, lo mandó arrestar junto con Vicentius oscensis, y traerlos atados con cadenas a su presencia en el maremoto de la persecución romana contra los cristianos decretada por el emperador Diocleciano, porque iban contra los dioses del Imperio.

En el interrogatorio, Daciano preguntó a Valero: «¿Crees acaso que es justo quebrantar, so pretexto de religión, los mandatos de los emperadores?» Contestóle Valero: «Los que profesamos la fe cristiana y seguimos las huellas de los antepasados tenemos por máxima y por principio obedecer a Dios, que todo lo ha creado por su voluntad, antes que a los hombres, por elevado que sea su cargo». Daciano le desterró, no quería mandar a la tortura y la muerte a un viejo, mientras que con el joven diácono Vicente se ensañó por no querer rendir culto a los dioses romanos. Valero acabó en un pueblo de Francia llamado Amet, parroquia de Chatillon-sur-Courtine, donde murió el año 315.

Valencia conserva en la plaza de la Almoyna, propiedad del Cabildo de la Catedral, la cárcel donde estuvo san Valero, hoy convertida en capilla, la cual se abre en contadísimas ocasiones, y la ciudad le tenía dedicada por Bula del Papa Julio III de 1553. Sólo Russafa se acuerda de san Valero, justo una semana después de san Vicente Mártir, le rinde fiesta, Misa y procesión, y canta los tradicionales Gozos al santo que comparte con san Vicente Mártir: «Continuadnos los favores/ y librad de todos males/ este Lugar, y Arrabales/ pues sois nuestros Protectores»/.

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