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Amor de milmillonario

La noticia de que Mark Zuckerber va a dedicar el 99% de su fortuna (42.000 millones de euros) a obras filantrópicas ha asombrado a media humanidad. El creador de Facebook es uno de los milmillonarios de la lista Forbes, tiene 1500 millones de seguidores y es considerado como una de las mentes más brillantes de la generación Internet 3.o.

Con ciertos músicos y actores (de Hollywood y Bollywood), Zuckerber y los pobladores del Olimpo Forbes son lo más parecido a los dioses de la mitología clásica. Su riqueza es astronómica, tienen a su alcance los placeres y lujos que les dicta su capricho y hasta pueden soñar con una longevidad milagrosa „145 años, el alcance de la vanguardia médica actual. Como olímpicos, son personajes que se nos presentan a los mortales luciendo una virtud o una cualidad especial.

Según el relato que se ha construido, Zuckerberg es un héroe de la innovación. Admirado por su talento, sus acciones son consignas „suya es una campaña para leer junto a sus seguidores dos libros al mes„, su irrupción en el universo digital fue prodigiosa y todo cuanto hace tiene una repercusión instantánea en el valor de las acciones de Facebook.

Para anunciar sus propósitos filantrópicos, ha seguido el camino que marcó otro de los habitantes de ese Olimpo, Bill Gates, y ha utilizado una carta a su hija recién nacida en la que le anuncia su dedicación a la mejora del complicadísimo mundo en el que tendrán que vivir nuestros descendientes. Transmuta el amor a la hija en filantropía: amor a la humanidad.

Fiel a su personaje, „reflejado con tintes polémicos en una película de éxito„ Zuckerberg innova. No ha creado una fundación sino una empresa de responsabilidad limitada que gozará de facilidades fiscales y podrá dedicarse a un amplio rango de actividades (incluido el cabildeo político y las inversiones en otras empresas) aunque sus prioridades serán la sanidad y la mejora de la educación. Su gesto ha sido saludado por Gates, Bufffet y otros milmillonarios como el nacimiento de una nueva generación de filántropos.

El anuncio de Zuckerger maravilla porque puede conceder a los megarricos el perdón, o la simpatía, de los miles de millones de pobres que hay en el mundo, le un sentido a la riqueza al relativizar la pregunta más común en nuestras culturas: ¿para qué atesorar tanto dinero si no te lo vas a poder llevar a la tumba? y pone en su sitio el aspecto más antipático de las grandes fortunas: los herederos que las reciben sin haber hecho ningún mérito.

Con su iniciativa, Zuckerberg, se convierte en un déspota ilustrado filantrópico, que actuará por encima de los gobiernos y al margen de los mecanismos sociales de control pero sin las cortapisas de los estados endeudados hasta las cejas ni los obstáculos de las ideologías antiigualitarias.

La filantropía Zuckerberg es global y nos incluye a todos pero, desde aquí, „donde Amancio Ortega y Juan Roig, nuestros milmillonarios, son de los escasísimos mecenas que ejercen al modo tradicional„, hace pensar en nuestra nómina de ricos (aumentada merced a la crisis) y nos deja la pregunta de cuánto tardará en llegar esa nueva filantropía para que una parte de la riqueza que surge de nosotros como sociedad revierta a nosotros como comunidad.

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