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La investidura del mal menor

Hace unos años, la Conferencia Episcopal entró en campaña recomendando votar al «mal menor». Es decir: al PP. Ningún partido encarnaba totalmente los valores defendidos por los jerarcas de la Iglesia española, pero el PP era el que más se acercaba.

Pues bien: en esta semana hemos vivido un fenómeno, cuyas consecuencias prácticas están aún por ver, de acercamiento de muchos partidos al «mal menor», de cara a una eventual investidura de Gobierno. Y el «mal menor» no es precisamente el PP, sino el PSOE. Son muchos grupos los que comienzan a reconocer que no votarán en contra de Pedro Sánchez; e incluso que podrían votar a favor. Sin ningún entusiasmo, y probablemente contra su voluntad. Por dos motivos exógenos al PSOE y Pedro Sánchez.

El primero, que aunque puede que el PSOE no genere ningún entusiasmo, esto no es nada comparado con el rechazo casi universal que genera el PP. A pesar de haber sido el partido más votado, y con una sustancial diferencia en escaños (123 frente a 90 de los socialistas), los años del PP en el Gobierno, la mayoría absoluta, han provocado en casi todos los que no votan al PP un rechazo que es uno de los principales argumentos de la mayoría de los demás partidos (salvo Ciudadanos) para recabar votos: votarles, ante todo y por encima de todo, como voto estratégico para echar al PP, como pedían tanto Sánchez como Iglesias. Al igual que ahora su hipotético voto a favor del PSOE, o la abstención, sería ante todo un voto contra el PP.

El segundo factor que juega a favor de Pedro Sánchez es que casi nadie quiere que se repitan las elecciones. No quiere Ciudadanos, que ve cómo los sondeos auguran una caída aún mayor que la que ya se dio en la noche electoral respecto de lo que entonces pronosticaron (recordemos que, dos semanas antes de las elecciones, había sondeos que aventuraban un empate de Ciudadanos con PP y PSOE).

No quiere, ahora ya no, Podemos, ante la evidencia de que la repetición de las elecciones comportaría muchísimas dificultades para repetir la alianza estratégica con sus socios gallegos y catalanes (por no hablar de los valencianos, ya descolgados del pacto tras el enésimo sainete). Podemos prometió algo que no podía cumplir (cuatro grupos parlamentarios), desde luego no con un Congreso mayoritariamente hostil; en una repetición electoral, quizás las confluencias no se repitieran. Y sin ese suplemento electoral, lo más normal es que los resultados fueran también peores. Así que ayer mismo vimos a Pablo Iglesias avanzando una oferta de pacto de Gobierno en toda regla entre Podemos y PSOE, en el que Iglesias ocuparía la vicepresidencia (no está claro si para llegar al poder con todas las consecuencias o para provocar una negativa del PSOE para dejar a este partido en mal lugar ante el electorado).

Y evidentemente no desea las elecciones el propio Sánchez, inmerso en una apuesta de alto voltaje: o César (presidente), o nada. Si no logra la investidura, es previsible que los barones socialistas maniobren para sustituirle, en la secretaría general del partido y en unas eventuales nuevas elecciones. Por eso, entre otros factores, Sánchez juega al límite, buscando la abstención, en la misma investidura, de Ciudadanos y de ERC, combinada con el apoyo de Podemos. Una mezcla improbable€ salvo que sumemos el rechazo al PP con el rechazo a unas nuevas elecciones de los demás partidos para que la mayoría de ellos acepten hacer «voto útil» al PSOE. Todo con tal de que el PP no repita mandato o, peor aún, se repitan las elecciones.

Tan claro está que Rajoy no lograría la investidura, que él mismo ha declinado intentarlo. Al menos, en esta primera instancia. En cualquier caso, no olvidemos que Mariano Rajoy es un dirigente que siempre ha fiado toda su acción (o inacción) política al tiempo; y que ya se le ha dado por muerto más de una vez, y siempre ha logrado sobrevivir con la misma técnica: sentarse y esperar a que otros desesperen. En este caso, quizás, esperar a que se repitan las elecciones. Visto el panorama, probablemente el PP sea el único partido que desea un segundo round.

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